De tamaño era pequeña y siempre con alguna cosilla, se pasó casi toda su corta vida enferma. Cuando mi buen vecino Antonio, al que ya se le había ido de este mundo otra perrita, Wanda, me dijo: «Pedro, Betty ha muerto», pensé que aquella perrita había vivido poco, o mejor, había disfrutado poco. Siempre enferma, digamos casi siempre, con unos andares que casi arrastraba y aquellos pequeños zapatitos amarillos, que le pusieron para que no le dolieran demasiado las patitas, el aspecto de Betty y sus muchas enfermedades, me dieron siempre mucha penita. Mi perro, Roque, la quería mucho y creo que ella estaba enamorada de él, y siempre que pasaba por la puerta de mi casa se paraba a ver si lo veía.

Ahora se ha ido al cielo de los perros, y su nueva amiga, Tula, ladra mucho por las noches. Se ve que la llama o que se acuerda de su amiga, de su pequeña compañera. Y es lo que yo le digo a Antonio: esta perrita no ha disfrutado de esta vida que se llevan nuestros perros, porque, aunque era muy buena, entre sus andares arrastrando sus patitas y las enfermedades€ Nosotros le queríamos mucho, pero es una lástima.

Hace unos días, por lo visto y de madrugada, se fue a beber agua a la cocina y allí se quedó, sin vida. Pobre Betty, con lo que ha sufrido y el poco tiempo que ha tenido para disfrutar con la divertida de su nueva amiga Tula. Y es que los perros también sufren, y algunos, como esta pequeña perrita, mucho, mucho más de lo que se puede ver en sufrimiento a los perros, siempre sufriendo, dolorida la pobrecita.

Y ellos, cuando se van, dejan de padecer, pero los que se quedan les llaman, como le pasa ahora a Tula, que la echa de menos. Y Roque, que seguramente no entiende qué ha pasado, me mira y me pregunta con sus orejitas y sus ojos de cejas levantadas. Y es que ha perdido en muy poco tiempo varias amigas, y a su novia, Wanda, y amigos, como el Lolo, que era el rey del barrio y muy simpático también. Y cuando le cuento estas cosas a Roque, si le nombro a Luna, la perrita que ha vivido con él diez años, se me queda mirando fijamente, como si me entendiera. En fin, que en ocasiones así también es la vida.