La red de acequias y azarbes de la Huerta de Murcia es una obra secular de ingeniería que supone uno de los principales legados históricos en uso que conservamos en nuestra región. Esta red de canales de riego y drenaje ha venido sufriendo numerosos ataques y daños en las últimas décadas, fruto de un urbanismo mal planificado y peor ejecutado, de la mala gestión por sus responsables y de una dejadez de funciones irresponsable por parte de las Administraciones públicas.

Hoy tenemos las milenarias acequias mayores, Aljufía al norte y Alquibla al sur, en un estado lamentable, con quijeros derrumbados cada pocos metros, con horrendos puentes colocados sin orden ni estilo, y con tramos entubados muchas veces sin necesidad alguna, sólo por los intereses especulativos o la voluntad de crear caminos y seguir llenando la Huerta de ladrillos y hormigón.

En esta situación nos encontramos como, ocho años después de que un grupo de murcianos nos metiéramos delante de las excavadoras que llenaban la acequia Aljufía de tubos de hormigón, otras máquinas ahora los levantan y retiran del cauce, aguas arriba del molino del Amor, ese edificio que languidece cayéndose a trozos en el punto donde el Malecón acaba para dejarnos ver lo que queda de la huerta más antigua de Murcia.

Unos tubos que nunca tendrían que haber entrado en este cauce, unos tubos que no aportan ningún beneficio al regadío tradicional de nuestra huerta, unos tubos que acaban con un sistema que llegó a reconocer la Unesco como singular en el mundo, pero que se siguen extendiendo como una enfermedad maldita por todos los heredamientos de la Huerta.

Tubos, tubos para todos, como anunciaban hace unos años. Tubos para no ver el agua ni saber lo que hacen con ella, tubos en vez de olmos, tubos en vez de álamos, tubos en vez de vida. Ese es el dilema y, mientras se celebra la Semana de la Huerta, en varias pedanías se preparan nuevos entubamientos que este año se ejecutarán en acequias y azarbes, si ninguna autoridad lo impide.

El caso del molino del Amor nos deja varias lecciones: la lucha ciudadana en defensa de la Huerta sigue más viva que nunca, y demuestra que da resultados; la recuperación de la Huerta pasa por la recuperación de sus cauces y de la biodiversidad que pueden albergar; y los entubamientos se pueden revertir: son reversibles y pueden levantarse igual que se realizaron. Y los márgenes de una acequia donde se retire su entubamiento, pueden fácilmente volver a albergar vida, se pueden replantar con arbolado tradicional, que en unos años crecerá y nos dará sombra bajo la que pasear y ver pasar el agua de la acequia.

El reto es posible, y si hubiera una voluntad real en las Administraciones, se pondrían manos a la obra, empezando por el ayuntamiento de Murcia, que ahora vende la marca Alma de Huerta mientras ha dejado de hablar de su Plan de Acción de la Huerta y el alcalde ni lo ha citado entre sus Proyectos Estratégicos de Transformación de la Ciudad de los que se ha quedado la coordinación hasta las elecciones de 2019. Hay quince meses hasta éstas, y en este tiempo se podrían levantar, por ejemplo, 1,5 kilómetros de tubos, como se ha hecho en el molino del Amor.

Lugares como la Aljufía en la Contraparada, ésta también en el entorno de la Rueda de la Ñora; la Casteliche en Monteagudo; los Bollos en Alquerías; la del Batán en Aljucer; o la Pitarque en El Esparragal, con el simbolismo que esta acequia conlleva para el activismo ambiental, serían espacios adecuados para verdaderas acciones de recuperación de la Huerta, restaurando sus cauces y desentubando tramos donde nada justifica estas obras, más allá de los simbólicos y, ciertamente escasos, metros ahora desentubados junto a este molino.

Entonces, devolviendo la dignidad a nuestras acequias, devolviéndoles su esencia, tendremos mucho que celebrar en una semana para la Huerta. A desentubar toca.

Politólogo, ambientalista y miembro de Ahora Murcia.