"Hay un tío en la última".

La voz de Joaquín Vallés, que venía desde la zona inicial del alargado rectángulo donde se instala la Redacción de LA OPINIÓN, atravesó el espacio de un extremo a otro e impactó en mi nuca (mi mesa está situada al fondo, casi contra la pared) décimas de segundo antes de que la captaran mis oídos. Me revolví en la silla giratoria, como quien acusa un golpe en la espalda: «¿Qué estás diciendo?». Joaquín, ese día responsable último de edición, por quien pasaban las páginas del periódico antes ser lanzadas a la rotativa, añadió un comentario irónico: «¿Esto qué es? ¿Estamos jugando a Buscando a Wally?». Era yo quien había editado la última página, y se me vino el mundo encima: «¿Cómo que hay un tío ahí? Es imposible». «Míralo tú mismo. Aquí hay un tío», insistió Joaquín. Era ya la hora del cierre más plus, y en la Redacción quedábamos tres pringados: Joaquín, el redactor de Cierre y yo, que soy lento y despistado y estaba a punto de chapar. Abrí la página y miré lo que había en ella: un artículo de Rosa Roda y otro de Amalia López. A las dos las habían embarcado para hacer una última página ´solo chicas´, y escribieron los artículos fundacionales de las respectivas secciones que después prosiguieron. El primero, el de Rosa, iba ilustrado con una foto en la que aparecían varias mujeres. «Aquí no hay ningún tío», grité. «Ven aquí y compruébalo», me insistió Joaquín. Atravesé la Redacción, y en el ordenador del responsable de edición la fotografía reproducía, junto al grupo de mujeres, el careto de un tipo que, vista la imagen a toda pantalla, ya no pude ignorar. Sufrí un escalofrío. «¿Cómo coño se ha colado este tipo ahí?», me pregunté espantado.

Era la noche del 7 de marzo del pasado año, y nos habíamos propuesto que en el periódico que saldría el Día de la Mujer sólo habría columnas firmadas por señoras. Había pedido a Rosa Roda, que todavía no colaboraba regularmente con nosotros, un artículo «no necesariamente sobre las mujeres; escribe lo que quieras, lo importante es que lo firmes tú». Y envió una crónica sobre ´las mujeres de las vías´, que cada martes, antes de que las movilizaciones de la Plataforma Pro Soterramiento alcanzaran la notoriedad que ahora tienen, se concentraban en el paso a nivel de Santiago El Mayor para mantener viva la reivindicación que surgió hace treinta años. Su artículo se titulaba de manera descriptiva Las mujeres de las vías, y venía acompañado de una fotografía en la que aparecían algunas de las protagonistas. La edité, después supe que sin examinarla convenientemente, pues no reparé en que allá al fondo, casi imperceptible en una primera ojeada, aparecía una cara inequívocamente masculina, la de un tipo que se había colado de rondón. La página, como el resto de las que componían la edición, estaba ya en rotativa, y un sudor frío me inmovilizó.

Entiéndase: todos mis compañeros de Redacción habían hecho durante la jornada un delicado y complicado trabajo para que el día 8 las mujeres fueran las protagonistas absolutas de la actualidad en imágenes. Todas las fotos que ilustraban las noticias y secciones de todo tipo reproducían a mujeres, vetando por un día el implacable protagonismo masculino. No era cosa de que yo fastidiara el resultado final de aquel empeño al facilitar que un tipo se colara, aunque fuera a lo Wally y con extraordinaria discreción para el primer golpe de vista, nada menos que en la última página.

Hubo suerte. El intruso se situaba en la zona del margen izquierdo de la foto, de manera que la solución era obvia: tijeretazo. Esto supuso que, con él, hubo que dejar fuera del retrato a tres mujeres que quedaban en el extremo, pero era mejor sacrificarlas que respetar la presencia del inoportuno caballero y, desde luego, que tunear informáticamente la imagen, cosa que nos habíamos prohibido para el proyecto.

Habrá que empezar por el principio. Un día de febrero el director consultó con la Redacción una idea: hacer el día 8 de marzo una edición en la que en la parte gráfica del periódico sólo aparecieran mujeres. Admito que fui de los que se quedaron perplejos en un primer momento. Pero me bastó bajar a fumar un cigarrillo, y ya no me pude liberar del entusiasmo. La cosa no era un juego ni una gracia. Había que contar la actualidad del día sin falsificarla, pues de otro modo no haríamos periodismo, pero enfocando muy conscientemente a las protagonistas de la actualidad. Hacer un periódico sólo con fotos de mujeres es fácil si prescindimos de las noticias que no las implican; es más difícil si se indaga en su participación, y esto por las mismas obvias razones que siguen haciendo necesaria la celebración del 8 de Marzo.

Los debates se producían cada día en la Redacción: ¿Y si se muere el Papa? La salud del Papa se convirtió inesperadamente en una preocupación para nosotros. Había soluciones para el caso: la foto de unas monjitas llorando, por ejemplo. Pero no queríamos tanto soslayar la presencia de los varones como subrayar el protagonismo de las mujeres. La experiencia, para ser completa, debía demostrar que no era necesario ocultar nada para hacer visible la presencia femenina. No queríamos hacer un experimento, sino un relato de la actualidad, que es lo que corresponde a nuestro oficio.

Se acercaba el 8 de marzo y cada responsable de sección trataba de avanzar en su agenda los acontecimientos que podrían alterar el proyecto. Había uno, inminente, que nos quitaba el sueño. El juez estaba a punto de llamar a declarar al entonces presidente del la Comunidad, Pedro Antonio Sánchez, por el caso Auditorio. Si esa comparecencia se hubiera producido el día 7 nos habría resultado muy complicado justificar que su imagen no apareciera en la portada del día siguiente. Pero la Justicia se alió involuntariamente con nosotros, y lo llamó a declarar el día después. El Real Madrid, sin embargo, quiso jugar el día 7 una de las eliminatorias clave de la Champions, y además ganó, pero nos vengamos del boicot que pretendían contra nuestra iniciativa suspendiendo por una vez la reproducción de la foto de Ronaldo; eso sí, la crónica se ofreció con todo detalle, pero ese día sólo hubo fotos para deportistas femeninas. Se siente. Por cierto, la Redacción de Deportes, con todo lo que es el deporte masculino, no rechistó ante la iniciativa, sino que se sumó a ella con tanto interés como los demás. Y es que los periodistas deportivos son los mejores. Prueba de ello es que acompañan al deporte femenino cada día, no sólo excepcionalmente, razón por la que no les supuso un esfuerzo especial cumplir aquel día como los que más.

Esa jornada realizamos también una insólita transgresión. El parte de publicidad traía el anuncio de un banco, a media página, en que la imagen de un feliz y treintañero matrimonio nos informaba de la ventajosa hipoteca que acababan de conseguir. Fue eliminado, a pesar de que es sabido que no están los tiempos para rechazar inserciones publicitarias. Desde entonces, el gerente del periódico, que condescendió no sin alguna lógica resistencia, se ha ganado el apelativo de Nuestro Katharine Graham.

El periódico salió el día 8 con todas las noticias del día, sin modificar la importancia de ninguna de ellas, pero ilustrado solo con imágenes de mujeres protagonistas de la actualidad y con columnistas exclusivamente femeninas, en una sección de Opiniones que duplicaba las páginas habituales. Fue un día feliz, pues demostramos y nos demostramos que es posible, si reparamos un poco, hacer realmente visible el protagonismo de la mujer.

No contento con lanzarnos a esta experiencia, el director había previsto un prólogo: el domingo anterior al Día de la Mujer se publicó un panel de ´mujeres de aquí´, en un número redondo (cien), que abarcaba todas las ocupaciones e ideologías. Este año, como se puede comprobar hoy mismo, se ha dado una nueva vuelta de tuerca, en lo que podría definirse como ´mujeres de aquí que están por ahí´, es decir, mujeres que llevan la bandera de la Región fuera de ella y destacan en las más distintas disciplinas. Era un propósito más ambicioso que el del pasado año, en el que se ha empleado la Redacción al completo durante el mes de febrero, hasta que se decidió cortar, pues se han sumado cien como se podría haber llegado a doscientas.

Lo importante de estas iniciativas es que no se trata de un postureo de exhibicionismo periodístico. Es una experiencia muy valiosa empezando por nosotros, los periodistas. Porque otro aspecto del debate es: vale, por unos días las mujeres se convierten en protagonistas absolutas, pero después ¿qué? Después estamos obligados a permanecer atentos para que no todo quede en flor de un día. Estos esfuerzos nos inspiran y nos comprometen. Incluso, de alguna manera, nos reeducan. Estamos aprendiendo muchas cosas, hombres y mujeres periodistas, al salir a buscar expresamente la voz de las mujeres en vez de permanecer a la espera de que nos las traiga la actualidad, que la mayoría de las veces tiende a ocultarlas. Es muy apasionante romper con las inercias.

Pero admito que lo profesionalmente satisfactorio de estas experiencias es esa voz que alguna vez me ha despertado en sueños: «Montiel, hay un tío en la última». Si no lo hubiéramos neutralizado habría sido yo el que estaría en las últimas.