erá que no se ha luchado por conseguirla. Desde la censura en la época franquista a su desaparición con la llegada de la democracia a este país, parece que ha pasado mucho tiempo. Sin embargo cuarenta años no es nada, y aún estamos adaptándonos para conseguir el fiel de una balanza donde ni la censura dicha ni el libertinaje triunfen. Las leyes libelo y las críticas a las mismas son endémicas, entre los que piensan que no son garantes de una libertad de expresión, y los que sostienen que son inadmisibles por permisibles. Esa horquilla es el que debemos equilibrar, supongo que a base de experiencia y sentido común.

Recientemente ha sido noticia una resolución judicial que ha ordenado el secuestro de un libro, que por supuesto inmediatamente se ha convertido en viral en las redes sociales. O sea que magníficamente le ha venido al autor del mismo el secuestro, ahí me las den todas, habrá pensado, como aquel rey español cuando por pedir la recaudación de impuestos en su nombre un guantazo se llevó el mandatario real. Las opiniones a esa decisión judicial han sido totalmente dispares. Y por si fuera poco ha coincidido en el tiempo con una sentencia del Tribunal Supremo que ha condenado definitivamente (por ahora, salvo que el Tribunal Constitucional o Estrasburgo digan lo contrario) al rapero Valtonyc por enaltecimiento del terrorismo, por calumnias e injurias graves a la Corona y amenazas no condicionales, a tres años y medio de cárcel por unas canciones que subió a Internet con acceso gratuito. Dice la sentencia que expresiones tales como «queremos la muerte para estos cerdos, llegaremos a la nuez de tu cuello, cabrón encontrándonos en el palacio del Borbón, kalashnikov, le arrancaré la arteria y todo lo que haga falta», pues que a pesar de su sutileza y delicadeza no encajan dentro del derecho constitucional de expresión. Como tampoco aquellas frases que rezan «quiero trasmitir a los españoles un mensaje, ETA es una gran Nación» y «un pistoletazo de tu jefe en la frente está justificado, o siempre queda esperar que le secuestre algún Grapo».

Pues a pesar de ello no crean que está de acuerdo todo el mundo en la sentencia del Supremo, incluso dentro de las propias asociaciones de jueces y de los juristas en general hay discrepancias. La asociación más conservadora y mayoritaria de jueces se ha pronunciado en el sentido de aplaudir la sentencia del Supremo, ya que el derecho a la libertad de expresión no es absoluto e ilimitado, y esa sentencia ha aplicado simplemente el Código Penal. Por el contrario, la asociación progresista de jueces dice que la libertad de expresión es un derecho fundamental que debe prevalecer sobre otros bienes, y esta sentencia la restringe. El acusado cree que ha actuado en el ejercicio de sus derechos a la libertad de expresión y a la creación artística, porque el lenguaje del rap es simbólico, extremo, alegórico y provocador. Finalmente, su abogado, prudentemente, solo ha manifestado que la sentencia no tienes ni pies ni cabeza, que es una auténtica aberración y que la libertad de expresión es una asignatura pendiente en este país.

Ya se sabe, la ley del péndulo, de la ley mordaza a la ley bocaza. Esperemos que alguna vez encontremos el fiel de la balanza inmóvil y pongamos cada derecho en su sitio. Mientras tanto, me limitaré a recordar que el derecho por encima de todo es lógica y sentido común, y está para regular la convivencia de los seres humanos.

Virgencica, que no llegue la cuestión a Estrasburgo, Luxemburgo o La Haya.