Los días pasan uno detrás de otro como empujados por la corriente, no sé muy bien cómo he llegado hasta aquí ni dónde aterrizaré finalmente.

Ha sido un día extraño y cotidiano a la vez.

Él y yo hemos pasado la tarde, como de costumbre, en la que es mi casa, la casa de mis padres, él durmiendo en el sofá frente a un televisor que ni miro y yo, a su lado. Trabaja de noche y siempre está cansado. Así que a la vuelta de la Universidad, comemos con mis padres y se echa la siesta.

A él no le hace mucha gracia que salga con mis amigas y a mí no me cuesta ahorrarle el disgusto.

Mi madre está dando vueltas por la casa, sin atreverse a salir para hacer los recados, custodiándonos, no vaya a ser que las vecinas puedan pensar no sé qué cosas de una pareja que está sola en casa.

Después de cenar, él se irá a su apartamento y yo bajaré al sótano, con mis libros, mis cuadros y mi ordenador, todas esas cosas que tanto le molestan, como una princesa en la mazmorra, ni tan princesa ni tan feliz ni tan mazmorra. Todo porque haya paz. Tampoco es tan grave. La verdad es que tampoco me hace tanta ilusión ir al viaje de estudios. No sé por qué me acuerdo de eso ahora. A él no le gusta la idea de pasar una semana separados y a mí tampoco es que me haga mucha falta. Además, no tengo dinero y tendría que pedírselo a mis padres.

El cuadro me espera paciente en el caballete. Enciendo el ordenador para abrir la fotografía que me hace de modelo y veo los avisos del correo electrónico a rebosar. Me dispongo a llenar la papelera, sobre todo con esos mensajes que a él le puedan molestar, los de remitente masculino. No son más que compañeros pidiendo apuntes o consultando dudas o comentando el día, pero bueno. El que evita la ocasión, evita el peligro y como él tiene mi clave de acceso y sé que lo primero que hace al levantarse antes de ir a trabajar es echar un vistazo y mandarme el correo de «buenos días», borro por las noches y punto.

¡Cuánto spam, madre mía!

¿Qué coño es esto? He recibido un mensaje enviado por mí misma o alguien que se llama como yo. Bueno, la dirección desde la que está enviado es distinta. «Carta a mi yo del pasado». ¡Qué diablos! Entro a ver:

«Vive. Ama. Canta. Baila. Escucha música. Duerme. Trasnocha. Juega. Vuela. Viaja. Lee. Estudia. Aprende idiomas. Trabaja. Escribe. Pinta. Monta a caballo. Báñate en el mar. Ve al cine. Ve a la biblioteca. No veas programas del corazón. No antepongas el teléfono móvil a las personas. No te avergüences de ti. Cuida tu cuerpo. Enriquece tu mente. No guardes ropa para cuando te venga. Regala los libros que ya hayas leído. Conserva ese ejemplar de El principito. Arriesga. Inténtalo. Desiste. Cuida a los tuyos. Déjate cuidar. Ayuda a quien desee ser ayudado. Carga las pilas. Disfruta de tus hijos. Déjalos volar. Aléjate de lo que te daña. Come bien. Haz deporte. Protégete. Besa. Haz el amor. Folla con ganas. Con ése no. Puedes. Vales. Hazte valer. Mejora lo que toques. Nunca digas «Te lo dije». No permitas que te hagan daño. No dañes a nadie. Di sí cuando lo sientas. Di no cuando no quieras. Habla cuando lo necesites. Cállate si es necesario. Sé clara. No seas impertinente. No seas prepotente. Sé humilde. Reconoce tus virtudes. Sé agradecida. No pierdas el tiempo con quien no quiere escuchar. Infórmate. Escucha diferentes opiniones. Déjate aconsejar. Decide por ti misma. No te culpes. Responsabilízate. No te pongas excusas. Crece. Madura. Procura ser mejor. Procura ser feliz. Escucha a tu conciencia. Reconoce tus errores. Rectifica. Ponte en el lugar del otro. Ponte en tu lugar. No te calles un ´te quiero´ sentido. Abraza de verdad. Búscalo. Te vas a enamorar. Te van a amar. Suerte.

Nota aclaratoria: No sé exactamente cuándo vas a recibir este correo ni si quiera si te llegará, pero hazme caso, estás tirando tu vida. Reflexiona cada palabra, por favor y busca a ese chico, es el amor de tu vida».

Hay una serie de archivos adjuntos. Los abro, son fotografías de un chico, creo que es el mismo chico en diferentes etapas de su vida. Están etiquetadas por años. Me indica sus distintas residencias también por época.

Esto es muy muy raro. Yo creo que es una broma de mi hermano. Le envío un mensaje: «Eres un poco cabrón». La respuesta no se hace esperar: «Sí, pero no sé muy bien por qué lo dices esta vez». Le hablo de la carta y contesta que me acueste, que estoy flipando.

Releo la carta unas cuantas veces. Cada palabra me escuece. Me acuesto, pero no consigo dormir. ¿Y si fuera cierto? ¿Y si me he enviado esta carta desde veinte años después?

Resuelvo que le voy a decir a éste que me voy al viaje de estudios. Y aprovecharé las fechas del viaje para buscar a ese chaval. La verdad es que me ha estallado el corazón al verlo. ¡Qué tonta soy!

Nada más leer mi correo, éste sale del trabajo y se presenta en la Facultad. Me hace abandonar la clase a mitad de la misma.

Nos vamos detrás del edificio.

Se me acerca al oído y me susurra:

—Tú no vas a ninguna parte.

Y me cruza la cara, siento un pitido en el oído en el que acaba de escupir su rabia. Es el primer golpe que me da, el primero de muchos.