Muchos venimos diciendo que la gestión que se ha hecho de la crisis en esta década de ascopena se parece bastante (clavadita, vaya) a una estafa. No nos referimos solo a ese subir IVA para rescatar banca o aquel reformar la Consti o esa amnistía fiscal de más allá, entre muchos otros ejemplos. También creemos que canta bastante esta salida (la única posible, dicen una y otra vez) que se nos señala, y que no nos devuelve al país que teníamos allá por 2008, sino a los mundos de yuppies neoliberales. Virgencica virgencica, que me quede como estoy, se nos oye decir.

En esta tierra prometida tras la travesía de la crisis no mana leche y miel, por lo que parece. El panorama tras las dos reformas laborales y los lustros de recortes es desolador: la desigualdad y la precariedad se han disparado hasta un punto que ni siquiera tener trabajo te libra del riesgo de pobreza, no digamos ya permitirte construir un proyecto de vida. Según nuestros mandantes, nuestra sociedad se divide en dos: exitosos y parásitos. El inmenso segundo grupo ya puede empezar a ponerse las pilas, porque las mamandurrias se acabaron.

Estos días, cientos de miles de pensionistas han tomado las calles del país. Llevaban algo en las manos pero no era (fíjate) una bandera, sino la carta de la Seguridad Social en la que se les comunicaba una revalorización media de un euro y medio. La pérdida de poder adquisitivo de nuestros jubilatas, junto al goteo de noticias catastróficas sobre el fondo de pensiones, parece estar agitando más de lo debido al sector carlanco de nuestra sociedad, que no solo lucha por lo que es suyo, sino (qué cosas) por lo de los cincuentones que vienen detrás.

La gestión del problema que ha hecho nuestro Gobierno ha sido la esperable: sacar a Celia Villalobos a presumir de productividad y ganas de seguir cobrando nominaza pública hasta los 85, y soltar por boca del presi M. Rajoy que habría que ir pensando en pillarse una hucha en el chino si queremos sobrevivir cuando pintemos canas. Ya para matrícula podrían haber mandado a Paco Bernabé a pedir corte de rabo y efecto látigo, pero vamos, que notable alto aun así.

El problema es, claro, mucho más profundo que lo del euro y medio. Como los rotos y los descosidos tienden a juntarse, la grieta en el Pacto de Toledo desde la congelación de las pensiones (no hay dinero, dice el presi. La pirámide de población está al revés, dicen los sociólogos) hace más sangrante la ausencia de un pacto nacional por la natalidad, indicador que ha caído más de veinte puntos a lo largo de esta década de estaf... digo de crisis.

No, si al final va a resultar que eso de machacar a la gente parásita e improductiva no era tan buena idea. Sobre todo si en ese grupo entran quienes querían formar una familia y la precariedad se lo impide, o quienes se batieron el cobre toda la vida para poder jubilarse y ahora se ven tratados como chupópteros. ¿Quién es aquí el chupóptero? ha salido a decir la marea pensionista. Qué queréis que os diga. Muy orgulloso ando de nuestros viejunos. Que viva la lucha de la clase carlanca.