Cada día más, nuestra sociedad se muestra más hipócrita, en algunas de sus reacciones. Y esta hipocresía, que puede rayar en lo farisaico, se puso especialmente de relieve hace unos días, cuando el programa de televisión Salvados denunciara las condiciones de hacinamiento en que se encuentran los cerdos en algunas granjas de la Región de Murcia, así como en las condiciones laborales de muchos trabajadores del sector cárnico en Vic, en Cataluña. Pero miren por donde, esto último (la explotación del ser humano por el ser humano) no ha provocado tanto escándalo, tanto mesarse los cabellos, por parte de algunos, como las condiciones de cría de algunos cochinos.

Contemplé lo de las granjas de cerdos y debo decir que me impresionaron las imágenes de los animales hacinados y enfermos; no fue grata esa visión, pero más me impresionaron e indignaron las imágenes de los trabajadores del sector cárnico de Vic que denunciaban la explotación laboral de las llamadas 'falsas cooperativas' en el sector cárnico porque, al parecer, hay grupos empresariales que carentes de la más minima conciencia social obligan a las plantillas (vimos que la mayoría eran emigrantes de color, con lo que esto muestra de especial desamparo) a afiliarse en cooperativas para después, en calidad de socios cooperativistas, verse obligados a hacer más horas con menos retribución económica.

Una de estas trabajadoras de la supuesta cooperativa instalada en Santa Eugènia de Berga ha denunciado: «No llegamos a cobrar ni 800 euros y después dicen que somos socios». Pues bien, estas denuncias, que han puesto de relieve la explotación de la que estos trabajadores son objeto, no han merecido tanto escándalo y vocerío como algunos han mostrado por los cochinos.

Jamás comprenderé el maltrato a los animales, jamás, pero menos puedo comprender la hipocresía de una sociedad que se escandaliza más por el maltrato a los cerdos que por el maltrato al ser humano.

El programa ha servido para que El Pozo prescinda del servicio de la granja que tenía en esas condiciones a los marranos. Y está bien eso, reacción pronta y necesaria, pero también ha servido, miren por donde, para que la Inspección de Trabajo, en Cataluña se enterase de que en pleno siglo XXI en el matadero de Le Porc Gourmet, en Santa Eugenia de Berga (Barcelona), las condiciones laborales de sus trabajadores se encuentran muy cerca de la explotación humana. Tanto, que el pasado 3 de febrero fueron despedidas 28 personas (defender derechos puede ser peligroso) con la amenaza, al parecer, de hacer lo mismo con otras quinientas que trabajan en la planta, si continúan con la funesta manía de defender sus maltratados derechos. Tan maltratados, que sus obreros han denunciado la ausencia del pago de las muchas horas extra que hacen, que el material que necesitan para desarrollar su trabajo, como los cuchillos, han de ponerlo ellos, que cuando se cortan, allá te las arregles y que, por supuesto, las vacaciones son un derecho del que ellos no disfrutan.

Miren por donde, ha tenido que ser un programa de televisión el que provoque que los inspectores de trabajo se pongan en marcha para hacer que se cumpla la normativa laboral tras las denuncias de trabajadores y, sobre todo, para investigar sobre eso tan raro de subcontrataciones de cooperativas, una novedad que no nos extraña, porque las condiciones de trabajo de muchos españoles son para llorar, pero no deja de sorprendernos en la desarrollada Cataluña. Pero más, mucho más, me ha sorprendido que el escándalo del programa haya sido más por el mal cuido de los cerdos que por la explotación de los trabajadores.

Y confío en no escandalizar yo a los escandalizados.