Que una niña de solo 11 años haya dado a luz en el hospital Virgen de la Arrixaca (se investiga si el padre es su hermano de 14 años) nos ha sacudido a todos; sobre todo, a los que somos padres y madres de niñas de esa edad. Hace solo tres meses ingresaba en el mismo centro hospitalario otra niña de 12 años embarazada. El padre es un amigo de la menor, también de 12 años, con quien mantuvo relaciones sexuales consentidas. En Torre Pacheco una joven de 16 años acudió al baño con una fuerte dolor de tripa. No supo que estaba de parto hasta que vio salir de su cuerpo un bebé. La Guardia Civil no ha abierto investigación porque la joven asegura que es fruto de una relación sexual consentida. Durante el primer semestre de 2017, 197 niñas menores de 15 años dieron a luz en España; en 2016 fueron 111.

No es un caso único. La edad media de inicio en las relaciones sexuales desciende de manera alarmante en España. Según datos de la última encuesta de la Sociedad Española de Anticoncepción, las jóvenes españolas tienen su primera relación sexual a los 16 años, tres años antes que sus madres, que ahora tienen entre 45 y 49 años. Y según este estudio, una de cada cinco encuestadas admite que esa 'primera vez' no utilizaron ningún método anticonceptivo, lo que representa el principal factor de riesgo de embarazos no deseados en adolescentes, pero también de contraer enfermedades de transmisión sexual como las clamidias, la sífilis o el SIDA. Unas 11.000 adolescentes se quedan embarazadas al año en España, según el ministerio de Sanidad. Murcia es la segunda comunidad de España, por detrás de Baleares, con mayor número de embarazos en adolescentes. En 2016, según datos de la consejería de Salud, 62 menores de 15 años se quedaron embarazadas en la región de Murcia. Serían muchas más de no ser por la píldora del día después que muchos jóvenes, erróneamente, conciben como un método anticonceptivo.

Escaso asesoramiento. El guantazo descarnado de los datos nos hace concluir que estamos fallando estrepitosamente a unos adolescentes cada vez más precoces que suspenden en educación sexual y, lo peor de todo, se creen invencibles y se relajan en el uso del preservativo. «Corta el rollo», admiten muchos de ellos. Otros todavía creen que 'la primera vez' que lo haces no te puedes quedar embarazada. Ciertamente la LOMCE o Ley Wert eliminaron por completo la educación sexual de las aulas y los alumnos de Secundaria acceden a través de cursos o charlas que dependen de la voluntariedad y de los recursos económicos de los institutos. El problema es que la mayoría de institutos apenas solicitan la visita de expertos para impartir formación específica y solventar dudas con rigor «para no meterse en líos con los padres», confiesan los profesores. Y eso es así porque la mayoría de ellos sigue creyendo que hablar de sexo a sus hijos adolescentes puede incitarles, como si sus vástagos no estuvieran expuestos a cientos de estímulos. La Asociación de Sexualidad Educativa (ASSEX), de ámbito nacional, sin ánimo de lucro, formada por psicólogos, sexólogos, enfermeros, neuropsicólogos y psicopedagogos solo fue requerida el pasado año por cinco institutos de la Región de Murcia.

Sin educación sexual. Falla la educación sexual en las aulas por inexistente (no es necesaria una asignatura, bastaría con charlas periódicas) y falla la educación en familia porque, lamentablemente, la incultura sexual es hereditaria y hablar de sexo con los hijos sigue resultando incómodo para muchos padres, de tal manera que ni informan a sus hijos ni dejan que les informen técnicos especializados, provocando que los chavales no puedan acceder a la información que necesitan para tantas y tantas dudas y que, inexorablemente, acabarán buscando en Internet dando como resultado la sexualización precoz de los adolescentes, porque la mayoría de los padres también son analfabetos digitales.

El 88% de los adolescentes tienen móvil a partir de los 12 años y cada día dedican 3,24 horas a usar su smartphone. Desde hace años, el regalo estrella de la Primera Comunión (católica o civil) es el teléfono móvil. Según el proveedor de ciberseguridad Bitdefender, casi el 10% de los consumidores de porno en internet tiene menos de 10 años y a eso contribuye que el 30% de los niños españoles tenga un smartphone a los 10 años. El 39,9% de las páginas que visitan los niños tienen contenidos pornográficos explícitos. La hipersexualización infantil está servida.

Lo natural y el porno. La curiosidad que despierta la sexualidad es natural. Forma parte de nuestra condición humana. Lo anormal y peligroso es que accedan a esos contenidos a tan temprana edad, cuando no hace tantos años años la revista porno no se escondía debajo del colchó hasta los 14 o 15 años, como mínimo. Los expertos coinciden al señalar que si el primer contacto con la sexualidad de nuestros hijos es a través de una realidad deformada, alejada de la parte afectiva, podemos hacerles mucho daño. Además, la pornografía tiene un componente agresivo y violento, muestra la mujer como un objeto, lo que para nada favorece la igualdad y el respeto. Según un estudio de la Universidad de Middlesex (Gran Bretaña), el 53% de los niños que reconocía haber visto pornografía y el 39% la consideraban como una representación realista del sexo. En esa misma encuesta, el 39% de los adolescentes entre 13 y 14 años y una quinta parte de los niños de 11 y 12 años afirmaron querer imitar el comportamiento que habían visto en pantalla. Los menores, sin ningún tipo de control parental «pueden visualizar fácilmente contenido no apto para su edad y para que el no están preparados emocionalmente», advierten los expertos. La consecuencia directa es que los niños acaban normalizando comportamientos sexuales que no lo son y degradan a la mujer, como el sexo en grupo.

'Eso no existe'. La campaña «póntelo, pónselo» que tanto criticó la Iglesia hace 27 años, al menos sirvió para llevar a la mesa del comedor de los hogares españoles el tema de la sexualidad y la conveniencia de utilizar el preservativo en las relaciones íntimas. En cuestión de educación sexual hemos evolucionado muy poco, más bien hemos retrocedido. Hemos pasado del 'eso no se hace' a 'eso no existe' con el peligro añadido de Internet. Los psicólogos especializados coinciden en señalar que para muchos padres actuales, en su afán de sobreprotección, ven a sus hijos como una especie de 'ángeles asexuados' incapaces de interesarse 'tan pronto' por esas cuestiones; y nada más lejos de la realidad como demuestran los contenidos a los que mayoritariamente acceden a través de Internet o corren por los grupos de whastapp de sus flamantes móviles.

Da en la diana el juez de menores Emilio Calatayud cuando afirma que «ningún niño menor de 14 años debería tener móvil porque no posee la suficiente madurez y porque con un solo click puede cometer un delito». Predica en el desierto porque estamos ante una generación de padres y madres de niños blandengues, consentidos e intolerantes a la frustración por una sobreprotección mal entendida: no les dejan ir solos a comprar pan a la tienda de la esquina, pero no dudan en poner en sus manos, a edades muy tempranas, una herramienta tan peligrosa como un móvil con acceso a Internet, no vaya a ser que el niño o la niña se pierda algún emoticono de los compañeros de clase a los que verá al día siguiente en el colegio. Mención aparte merecen redes sociales como Instagram que para muchos expertos se ha convertido en una especie de escaparate donde chicas y chicos, muchos de corta edad, se exhiben de manera insinuante como si un mercado de erótico-festivo se tratase «trasladando con ello un mensaje muy peligroso», según el sexólogo murciano Jesús Rodríguez.

El juez Calatayud, que ayer ofreció una conferencia en Murcia, suele contar el caso real de una niña de 12 años que tras pelearse con su novio de 14 se echa otro novio, de la misma edad, que le pide una prueba de amor. La niña le manda una foto suya por whastapp mostrando los pechos, pero éste le pide una prueba de amor más fuerte. A la niña no se le ocurre otra cosa que meterse en el baño, grabarse mientras se masturba (vídeo de seis minutos) y enviársela por whastapp al nuevo novio que, a su vez, se lo manda al antiguo novio que, como venganza, la acaba colgando en Internet.

Los padres estamos obligados a ser padres y a promover en nuestros hijos un comportamiento sexual responsable caracterizado por la autonomía, la honestidad, el consentimiento, la protección, la búsqueda de placer y bienestar y el respeto. No podemos delegar eso en el colegio o el Gobierno de turno. Estamos obligados a que la incultura sexual deje de ser hereditaria y a que la educación en valores sea el eje y la guía de sus vidas. Si no hablamos con ellos de sexo y de valores no podremos decirles que «no hay ninguna prisa» ni podremos impedir la banalización de las relaciones sexuales.