Lo que le faltaba a López Miras, pobrecito. «El partido no está para pagar lavados de imagen», declaró hace unos días y sigue ratificando hoy. Pero llega el expresidente del PP de Cartagena, Francisco Celdrán, y lo desmiente. Nada menos que ante el Tribunal Supremo. Que sí, que en Cartagena el PP estaba dispuesto a pagar una campaña en Internet en favor de Pilar Barreiro, secretaria general entonces, número dos de Celdrán en el partido, y a los efectos de dicha campaña, alcaldesa y candidata, por las fechas del suceso, a repetir como tal.

Vale. Celdrán hacía tándem con Barreiro, eran y son uña y carne, y llegado el momento, los amigos están para lo que están. Y es fácil entender que una cosa es la lógica política y otra las obligaciones que los colegas tienen en caso de defensa judicial. Para intentar sacar a Pilar de su encrucijada en el caso Púnica no importa evidenciar una contradicción pública con el líder regional del partido, sobre todo cuando éste, con la declaración entrecomillada, parece haber dejado a la exalcaldesa a su suerte. Lo primero es lo primero. Hay que testificar según los intereses personales de Barreiro, aunque resulte incómodo para los intereses generales del partido.

Bien, pero Celdrán no solo se desentiende de López Miras, sino de Rajoy. Veamos: tanto en sede judicial como parlamentaria o en comparecencias ante medios de comunicación, el presidente nacional del PP ha dicho siempre que su cargo no atiende a las cuestiones de administración interna, de modo que no sabe nada de la financiación de campañas electorales, de imagen o de cualquier otra fruslería, que lo suyo es la estrategia política y para lo demás, la intendencia, están los lacayos. Rajoy ha venido definiendo así las obligaciones que corresponden a la figura del presidente. Cabe entender, por tanto, que sus correspondientes en las autonomías, en las localidades y en los distritos comparten esas mismas competencias, sin distracción en cuestiones relativas a lo gerencial.

¿Cómo es posible, por tanto, que Rajoy ignorara todo lo referido a la Gürtel y a los papeles de Bárcenas, asuntos de aritmética parda en una organización en que el presidente ha de estar pendiente de las grandes estrategias políticas sin perder atención en lo doméstico de la sede y, en cambio, su colega en Cartagena, Paco Celdrán, tuviera, como ha declarado al Supremo, preciso conocimiento sobre los pagos que el PP habría de acometer para limpiar los tags incómodos a la número dos del partido que presidía?

¿En qué quedamos, pues, oye? Si, como dice Rajoy, la función presidencial en el PP excluye la atención a esa cosa pedestre de llevar las cuentas ¿como es que su correspondiente en Cartagena estaba tan al tanto de los pagos que debían hacerse, aunque no supiera a quién? Que se pongan de acuerdo sobre lo que debe saber y no saber un presidente del PP, porque al personal nos confunden. Unos, como Rajoy, se desentienden, y otros, como Celdrán, están al tanto. Si el Supremo aceptara el testimonio de Celdrán tendría que desestimar, si llegara el caso, la excusa de Rajoy acerca de su desconocimiento sobre el uso de las finanzas del partido.

Cabe sospechar que Celdrán sigue sesteando, como aparentaba mientras presidía los plenos de la Asamblea Regional en la pasada legislatura, apenas perturbado por alguna voz incómoda («Mantenga silencio, señora Retegui», «La llamo al orden, señora Retegui»), y que, cuando despertó, Barreiro ya no estaba allí sino en el Supremo. Pero los testigos no pueden mentir. Y Celdrán, que nunca mintió porque no tuvo oportunidad, va a tener ahora, por mera amistad, este remate. Riiing... Qué fatalidad.