Una de las vivencias más significativas de los seres humanos es el nacimiento de un/a hijo/a.

Sin duda, supone un acontecimiento muy importante. Pero, también un descanso, tras esos nuevos meses cargados de dudas, pesadumbres e inciertos pensamientos ¿Estará sano? ¿y completo?

Sin embargo, ¿preocupan sus sentimientos? Porque, no debemos olvidar que ese feto, durante nueve meses, ha vivido en un medio acuático y, en un tris-tras, pasa a otro, aéreo, con un cambio total en su fisiología.

¿Se han parado a pensar alguna vez en el intenso choque emocional que eso supone? Porque nacer, en definitiva, es morir a una percepción, a una forma de existir, para surgir a otra totalmente diferente y que un día, inevitablemente, nos conducirá a otra. Y, quién sabe, quizás a otra, y a otra, y a otra...

Pero eso lo desconocemos. Es como si en el esquema general de las cosas nuestras vidas fueran, tan solo, pequeñas notas pasajeras en el pentagrama de la eternidad. Por eso, ¿no les parece acertado disfrutar de estos viajes, saboreando a fondo todo el proceso?

Y si damos comienzo por lo que realmente conocemos, no podemos perder de vista el hecho de que un buen embarazo suele devenir en un sencillo parto. De la misma manera, es muy probable que sea dificultoso, si la gestante sufre impactos traumáticos.

De ahí que todo lo relacionado con unas correctas medidas higiénico-dietéticas y una adecuada relación afectiva con el feto, van a ser de vital importancia. De esta manera, llegado el momento del parto, esa madre estará dispuesta para acoger la fruta que, un día, tan solo nueve meses atrás, cuando era una diminuta célula, desinteresadamente, cobijó en su matriz, alimentándola día tras día y noche tras noche para que se multiplicara; por eso, una vez cumplido su proceso de maduración, y en la agonía del tránsito a un cambio de vida, le abrirá paso, sin miedo ni tensión, envolviéndola con la absoluta totalidad de su presencia afectiva.

Porque no debemos olvidar que cada nuevo ser que nace viene de la muerte o, si lo prefieren, de un medio fisiológico totalmente diferente. Y eso supone un trauma. Y un misterio. El mayor de los misterios.

Porque misterioso es todo el proceso de la vida. Y de la muerte. Por eso, ¿nacemos o morimos? O, más bien ¿morimos para nacer de nuevo en la rueda de la vida?