Menudo inicio de año que llevamos en la carretera. No por los accidentes, que ese es otro bramar, sino porque ya han pillado a sendos kamikazes circulando en sentido contrario por la vía rápida de La Manga y por la A-30, además de a un hombre que transitaba por La Unión con los pies en el volante y las manos en el móvil. Tal cual. En los dos primeros casos, parece lógico que los conductores se desorientaran por su avanzada edad, 80 y 77 años, respectivamente, y porque dieron negativo en las pruebas de consumo de alcohol y droga. Otra cuestión es la del artista que se equivocó de extremidades para conducir. ¡Mira que hay que ser burro! Por semejante animalada y porque demostró tener el cerebro de un mosquito para, encima, grabarla y compartirla en las redes sociales, hasta que la Policía Local lo ha cazado por tremenda salvajada.

Cobrar por todo. Cada vez dudo más de sí el hombre es un animal doméstico o salvaje, como le enseñan a diferenciar a mi pequeña en el cole. De lo que estoy seguro es de que es omnívoro, se lo come todo, incluso le chupa la sangre y el bolsillo al prójimo en sus momentos más delicados. Para comprobarlo, basta con que estacionen en el aparcamiento del hospital Santa Lucía para que le atiendan de una urgencia, que ya puede ser más o menos grave, pero cuando salgan y metan el tique en la maquinita, le entrarán ganas de aullar. Porque mira que podemos llegar a ser ruines. Si hasta ponemos habitaciones de dos camas con dos televisiones de pago a las que les acoplamos una pantalla opaca en el lateral, no vaya a ser que al paciente de al lado se le ocurra mirar por el rabillo del ojo para ver nuestro programa, que para eso lo hemos pagado nosotros. Dos enfermos, doble negocio. Por cierto, ¿no habían presentado no sé qué moción no sé qué partido sobre la posible gratuidad o rebaja del aparcamiento del hospital? ¿Saben ustedes cómo está ese asunto? Debe ser que esperamos que los catalanes tengan presidente para resolverlo. Ya saben, la pela es la pela.

Hospitales al completo. Por no hablar de que en plena temporada alta en los hospitales, cuelgan día sí día también el cartel de completo. Y la estancia en el Santa Lucía incluye la primera noche en la Unidad de Observación o en la de Preingreso (UPI). Los hay afortunados a los que les reservan plaza en el pasillo. Y todas las opciones cuentan con un paquete de 'familiar arréglatelas como puedas'. Todo a gastos pagados, menos el parking. Y el paquete familiar es opcional, siempre puedes irte a casa a dormir y dejar a tu padre, tu madre, tu hijo o tu cónyuge en esas salas exclusivas de acceso restringido en las que se juega la salud, donde estará perfectamente atendido, pero solo. Eso mientras a uno de los inquilinos de arriba se le ocurre ponerse bueno y hacer el check out y dejar su cama como en los submarinos, caliente para el siguiente.

Con tanto tiempo de espera en la sala de plantones, da tiempo a recorrerla varias veces. Y a quedarse ojiplático al toparse con un cartel enorme sobre una campaña para incentivar al personal sanitario al cumplimiento de diversos objetivos mes a mes. No me extraña que el de octubre sea ‘humanizar la sanidad’, porque si seguimos apilando a nuestros seres queridos donde pillamos cuando se encuentran enfermos, acabaremos hacinados en granjas humanas, mientras algunos de nuestros políticos se preocupan más por el derecho a un hábitat digno para perros y gatos o en que los cerdos viajen en primera clase, que para turistas ya estamos nosotros. Que no digo yo que linchemos a las criaturicas de Dios, pero cuidemos un poco más de quien mañana, tal vez hoy mismo, puede ser uno de los nuestros.

¿Derecho a queja? Lo que no sé es si nos hemos ganado el derecho a quejarnos, porque a la concentración convocada ante la Asamblea Regional en defensa de una sanidad pública en condiciones y de un Rosell al cien por cien apenas fueron cuatro gatos. Menos mal que a nuestros políticos se les ve más preocupados en asuntos como este de nuestra salud que en rencillas personales o en buscar quién la ha hecho más gorda para conseguir titulares de gran tipografía y arrancarle votos al enemigo en las próximas urnas. Incluso se han aliado con la Universidad Politécnica para hacer de Cartagena una ciudad inteligente, por mucho que la inteligencia no nos dé para saber muy bien qué es eso. A lo mejor nos toman por tontos o tal vez es que lo somos, no lo sabemos y nos ofrecen su luz y su sabiduría.

Comprar Cartagena. Nos queda el consuelo de que vamos a poder desembolsar buenos fajos de 500 en comprarnos Cartagena, aunque sea con billetes falsos y en una casilla del nuevo Monopoly España. Oye, que cuando hay que volcarse de verdad en las cosas importantes, somos únicos y nos movilizamos los primeros. Que a lo de votar con un clic y compartir por toda la red de redes una causa tan noble y relevante no nos gana nadie. Vamos, que sacando un doble seis y poniendo cuatro casas verdes y un hotel rojo sobre el tablero seguro que nos forramos. Eso sí que nos hace inteligentes. No como a esos borregos que tras intentar boicotear el pregón del presidente de la Región, Fernando López Miras, en las fiestas de Carthagineses y Romanos, se han quedado con algo dentro y lo sacan ahora contra el pregonero del Carnaval, Kiko Hernández, al que amenazan con recibirle con los mismos honores.

Lo mejor va a ser que busquemos el disfraz del animal que mejor nos sienta para ocultar nuestro rostro ante tanta vergüenza que deberíamos sentir, ajena y propia. O podemos volver a la casilla de salida y dejar que sean nuestras piernas, en lugar de nuestras patas, las que tomen el volante de nuestro destino, para que no sea dar vueltas y vueltas cebándonos de dinero y otras falsedades que sacan esa bestia que todos llevamos dentro y que tanto nos cuesta domesticar.

¡Grrr!