Para el patriarcado las mujeres debemos carecer de deseo sexual (privilegio y seña de identidad de los hombres), de lo contrario somos putas. Puta es el insulto máximo que se puede dirigir a una mujer, el segundo en importancia es hija de puta. A un hombre, el mayor insulto que se puede dirigir es hijo de puta (tu madre es una puta) o cabrón (tu mujer es una puta). Como vemos, el patriarcado se ocupa de que carguemos con todas las culpas. Somos las responsables del pecado original y el pecado original se encarna en nuestro cuerpo. No hay calificativo que compendie todos los vicios y todos los defectos como el de puta.

Los hombres, para el patriarcado, son siempre inocentes y si alguna falta cometen es porque una mujer les inspira a realizar el mal. Pero al propio tiempo ese mismo patriarcado necesita de un contingente de mujeres devaluadas con las que satisfacer su deseo sexual, urgente e inaplazable. Para eso generó la institución de la prostitución, para dar vía a esa pulsión ya que, como la mujer propia carece de deseo (en caso contrario ese deseo se descontrolaría y el hombre sería un cabrón) hay que darle curso merced a la cosificación de un grupo de mujeres cuyo oficio será únicamente complacer sexualmente a los hombres. Pero ellos no acuden a los burdeles por capricho: o bien no tienen pareja y tienen que saciar su deseo incuestionable o bien, si tienen pareja, van a buscar eso que sus mujeres no quieren darles. Siempre estarán libres de toda responsabilidad, como niños mimados de la creación.

Paradójicamente, resulta difícil creer que la mujer prostituida ´desee´ a sus clientes, independientemente del nivel de belleza, juventud, estado etílico, higiene personal o ánimo violento de ellos. Ese deseo atribuido a la mujer prostituida es en realidad un reflejo del concepto patriarcal del deseo masculino: coital, urgente y desimplicado.

Como las mujeres debemos carecer de deseo sexual para ser decentes y creíbles, una víctima de violación sólo merece crédito si está muerta. Si ha sobrevivido será probablemente porque no se ha resistido, lo cual viene a decir que ha disfrutado de la violación, lo que significa que tiene deseo sexual, por tanto es una puta y como puta que es, mujer devaluada al máximo, no merece nuestra justicia ni nuestra compasión. No me invento nada, lo hemos visto en el juicio paralelo que se hizo a la víctima de La Manada, a quien se puso un detective que confirmara que había continuado con su vida sin morir de depresión, lo cual venía a demostrar que había sido un encuentro consentido, que tenía deseo sexual, que era una puta y que sus cinco agresores debían quedar en libertad porque habían sido víctimas de esta chica que, no contenta con ser una puta, encima quería arruinarles la vida. Si tenéis dudas sobre lo que digo, os invito a leer algunos comentarios en Forocoches.

También lo hemos visto en el juicio mediático que se hizo a Diana Quer mientras su cadáver estaba en el fondo de un pozo. Antena3, Telecinco, El Mundo, publicaron titulares cuestionando su forma de vestir, su presencia en redes, su comportamiento. Este es uno de los comentarios que siguieron a su desaparición: «¿Qué hacía una muchachita de 18 años andando sola a las dos de la madrugada? Es lo que no debe ser». La agresión, que ya entonces se sospechaba, era, pues, solo una consecuencia de «lo que no debe ser». Y lo que no debe ser es que una mujer sea libre, lo que pase a partir de ahí sólo será responsabilidad de ella. Hay más mensajes parecidos, unos hablan de la imprudencia de ir sola, otros de la indecencia de su modo de vestir, de sus relaciones familiares...

Los mismos que llamaban golfa a una chica que ya estaba muerta, culpándola de su propia desaparición, una vez aparecido el cadáver llamaban monstruo a su asesino. Necesitan que sea un monstruo, una excrecencia social, un elemento no humano, una anomalía, porque considerarlo un ciudadano machista normal, como lo son quienes vierten tales opiniones, les acerca demasiado a él, les confunde con él y eso, claro, no se puede consentir, es, de nuevo «lo que no debe ser».

Pero una anomalía es un suceso que se da raras veces. Una agresión, una violación, un feminicidio, por desgracia, no es una anomalía ya que forma parte del sistema. Llevamos una media de setenta anomalías mortales al año. No son anomalías, son el resultado del machismo que nos agrede, nos viola y finalmente nos mata. También se dice de él que es un enfermo, confundiendo machismo con enfermedad. Pero quienes tras la violación múltiple hacen comentarios como «si no quería que nadie la tocara, para qué va a Sanfermines»; quienes tras la desaparición de Diana Quer opinaban que llevaba el pantalón demasiado corto como para haber sido desaparecida a la fuerza; quienes ponen en duda por sistema el testimonio de la víctima de agresión si es mujer, esos, representantes del machismo que nos mata, también son culpables.