Están buscando a quien filtró los audios de Roque para meterle un paquete. Lo ha anunciado la secretaria general del PP, Maruja Pelegrín, que quizá esté entre quienes más interés tenga en localizar al personaje, pues hay voces en la Glorieta que no descartan que haya sido ella. Qué disparate, dirá el lector. Sí, qué disparate, pero así están las cosas en esa casa. Nadie se fía de nadie.

Lo normal es que buscaran al ´espía´ para hacerle entrega de la medalla del oro del PP, pues su acción contribuyó a detectar una práctica innoble de promoción autosatisfecha de clientelismo político que un partido democrático debiera repudiar. En consecuencia, también sería normal que el PP abriera una expediente disciplinario al exconcejal Roque Ortiz por arengar a los comisarios de las bases para que activaran esos usos y costumbres y por anunciar una catarata de contratos públicos fuera de control que favorecería a las áreas municipales dominadas por el partido del gobierno.

Pero ya vemos que, tal vez por la cercanía del carnaval, el PP concibe el mundo al revés, lema original de esa celebración. Pretenden mandar a la hoguera a aquellos que, por la razón que sea, destapan las trampas, y contra toda lógica sus dirigentes institucionales lloran a lágrima viva por la inevitable pérdida para la gestión pública de quien ha sido cazado mientras aleccionaba sobre métodos inconfesables con que mantener el voto cautivo. El PP convertido en KGB para aleccionar a quienes se salgan del tiesto de la omertá interna, sin atender a que en una democracia los que merecen reparo son quienes predican actuaciones torcidas tan evidentes como las registradas en el audio. Tan grosero como el discurso de Roque ante los pedáneos es el de la secretaria general ante los periodistas anunciando que están a la busca de Audax, Minuros y Ditalcos por haberse cargado a Viriato. La señora secretaria general, en razón de su cargo, debiera denunciar las prácticas que alentó Roque, en vez de emplear su precioso tiempo en tratar de identificar a quien contribuyó a que fueran conocidas. De otra manera, hay que entender legítimamente que el cargo de secretaria general consiste en proteger comportamientos de mafia orgánica.

Tendrán trabajo en la indagación, pues no saben si quien grabó fue quien filtró, y de no haber sido así, por cuántas manos pasó el audio antes de que acabara en este diario. No se enfrentan al caso, sino a quien desveló el caso, cuando el caso debiera avergonzarles. Les interesa, para ilustrar con otro asunto, ´la rubia´ que hizo la foto, y no la foto misma, pues hay quienes miran el dedo que señala a la luna y se ciegan ante la existencia de la luna misma. El mundo al revés, ya digo.

El PP tiene el problema de que incluso cuando excepcionalmente lo hace bien (dar puerta a quienes no se atienen a las normas de decoro), lo estropea al lamentar que tenga que hacerlo por presiones internas y no por convicción democrática. Si Roque hubiera dimitido el mismo día en que se conocieron los audios, el PP y el alcalde Ballesta, el Inmutable Oyente, se habrían ahorrado este absurdo viacrucis que el propio partido se empeña en prolongar. Al final dimitió Roque, cayó por su propio peso, como era previsible desde el primer instante, pero la resistencia a que lo hiciera, primero; las penosas exculpaciones del alcalde, después; los lloriqueos, gesticulaciones y amagos que se fueron sucediendo, y finalmente, el anuncio de que la inquisición interna pretende la cabeza del filtrador para aleccionar sobre el silencio debido ante las malas prácticas, ponen en evidencia que ese partido no aprende.

No tienen solución.