Tenía pendiente disculparme ante Anse en la persona de su líder, Pedro García, por haber aventurado (De un verano fulgente y fúlgido, LA OPINIÓN, 14 de septiembre) ciertos beneficios económicos percibidos en su relación crematística con la Administración regional a cuenta del Mar Menor, aseverando sin pruebas que había recibido un ´contrato millonario´ al que pedía yo que renunciasen, vistos el desmadre y la hipocresía que cunden en este asunto tan serio. Por ello le prometí que hablaríamos de eso y otras cosas, para dar cuerpo a otro artículo aclaratorio, que es éste. En realidad, fueron varios los testimonios (que ahora he de reconocer como incorrectos) que recibí sobre la adjudicación a este grupo de uno de los proyectos surgidos de la crisis del Mar Menor, el de los ´filtros verdes´ de retención de nitratos; y empezamos a hablar por ahí, aunque días antes ya sabíamos que la Administración había suspendido indefinidamente la adjudicación de esta obra. Pedro me explicó detalladamente cómo concibe él la cadena de ´filtros verdes´ que orle la orilla interior de la albufera para retener esos nutrientes perjudiciales: toda una idea que me mostró en detalle y que acabó, no obstante, con la afirmación de que su grupo no recibe actualmente ningún dinero, sea contrato, sea subvención, relacionado con nuestra albufera y sus penas; sí se mostró dispuesto a realizar lo que le toque cuando salgan a concurso esas y otras obras, pero esto es otro tema.

Deduje (pese a resultar poco común) que la asociación ecologista Anse tiene capacidad para contratar con la Administración, y con ello relacioné el que ahora sea Pedro director técnico de la organización (no presidente), para centrarse más directamente en esos negocios. Con esta dedicación a los contratos y negocios ambientales Anse no hace más que incorporarse a este conjunto, creciente, de grupos ecologistas volcados en los ´trabajos prácticos´ en colaboración con Administraciones que, siendo generalmente parte activa de la destrucción ambiental (caso de Murcia, sin ir más lejos), persiguen, casi siempre con éxito, domesticar, si no controlar, todo lo que puedan del universo ecologista. De las relaciones de Anse con el poder político regional no se desprende, en efecto, que exista hostilidad manifiesta, sino una prolífica interrelación de intereses mutuos (lo que no excluye cierta actividad protestona o denunciante, que hoy por hoy creo que hay que minimizar).

Me pareció percibir, a lo largo de la conversación, un cierto autismo ecológico en Pedro García, que yo consentí en un cuasi monólogo, con inevitable tufillo a patrimonialismo, a un sentido de propiedad sobre el conocimiento de (más que de lo que se sabe) lo que se debe saber sobre el Mar Menor; esto no es lo que caracteriza a la humildad y la solidaridad ecologistas tradicionales, que han de enfrentarse habitualmente a enemigos poderosos y luchas inciertas. En un par de ocasiones tuve que corregir sus excesos protagonistas para decirle que no, que antes de él y de su ejercicio sostenido y esforzado en pro del Mar Menor, que nadie duda, otros ya lo hicieron, luchando, trabajando y sufriendo (como la Anse primigenia y yo mismo, sin ir más lejos) con textos, jornadas, denuncias y desagradables pases por los tribunales; a esto asentía cordialmente, pero yo creo que en realidad no escuchaba, que no se interesaba especialmente por la historia.

Cuando le hice ver que no había muchos líderes ecologistas tan longevos (me señaló 1984 como inicio de su papel directivo en el grupo) fue capaz de aludir a dos o tres ecologistas (que yo conozco) que en España llevan en el puesto tanto tiempo como él o más (y que yo conozco), y supuse que daba por bueno el amor al cargo, aunque poco tenga que ver con el espíritu ecologista e incuso con la estética. Me dio apuro decirle que muy pocos murcianos podrían aportar dos o tres nombres de notables de Anse, aparte del suyo propio, incluyéndome yo (si descarto a algunos miembros históricos que en su día traté y estimé) pero me contuve para que no se molestara por lo del autismo. Como líder histórico y vitalicio según todas las apariencias, no parece tener la menor intención de recuperar su condición de funcionario municipal de tareas ambientales, de la que es excedente, prefiriendo seguir en esta situación a trabajar por la Región informando y denunciando desde dentro la contaminación existente, sobre todo siendo su ámbito el de Cartagena.

A mi requerimiento, me habló de media docena de fincas con no sé cuántas hectáreas en las que se cuidan y conservan ciertas especies, lo que parecía considerar como un éxito incontestable tanto de ejercicio conservacionista como de ética ecológica. Dejé pasar esto para no discutir acerca del papel de las ´reservas ecológicas´, que para mí es el de ´paraísos´ faunísticos o botánicos que, con su excepcionalidad y por lo que tienen de ´cuidados paliativos´, vienen a caucionar de hecho las políticas de destrucción sistemática de la vida natural. Además, la ideología de la reserva es equívoca y conflictiva, tanto si se trata de encerrar indios supervivientes como de conservar tortugas o tetraclinis, y a estas alturas sólo sirve para consuelo de almas benéficas y asustadizas (que suelen reglar un trabajo entusiasta).

Mientras escuchaba al líder de Anse me veía regresando a los planteamientos de separación entre ecologismo (desde sus orígenes, político) y conservacionismo (que tantas veces se pretende apolítico), y no llegué a sentirme cómodo. Menos me tranquilizó su grito de guerra de despedida, «Lo importante es la eficacia», y de buena gana le habría explicado que ese concepto de la eficacia no garantiza nada bueno si no va aclarado con el qué se entiende por tal, el cómo se logra y, más todavía, a cambio de qué se consigue esa eficacia. Y le habría negado que la colaboración estrecha con la Administración murciana pueda llevar a ventajas sensibles para el medio ambiente, o que recibir premios de bancos, o grandes empresas, sea un indicador de que se está en el camino correcto. Habría sido hacer sangre del ´ecologismo o conservacionismo´, y nos habría parecido que esa dicotomía se ha quedado vieja.