La remodelación de las competencias municipales en el ayuntamiento de Murcia a la que obliga la salida del responsable de Fomento, Roque López, promete ser un test político muy interesante, y tendrá hasta su lectura divertida. Es sabido, porque lo ha anunciado el propio alcalde, José Ballesta, que no se tratará de un cambio en que las competencias de Ortiz le serán endosadas a otros, sino que procederá a un rediseño que puede acabar afectando al conjunto de los concejales, algunos de los cuales podrían cambiar de ubicación. No hay mal que por bien no venga, dijo Franco cuando murió Carrero Blanco, un dicho que, salvando la evidente distancia, tal vez le venga de perlas a Ballesta.

Y es que la mayoría de su actual equipo es compacto y está en línea con el jefe, ya que éste tuvo el privilegio de orquestar en su día una candidatura en la que apenas influyó el partido, con la suficiente vista por parte de Ballesta para ´dejarse influir´ en la aceptación de personas con las que ya previamente mantenía buena química. Pero hay tres excepciones, y el paso del tiempo está agrandando las desavenencias, que obviamente no son demasiado explícitas.

Hay tres concejales que no encajan con Ballesta. En algún caso, como el de Lola Sánchez, es público, pues ella misma parece no hacer muchos esfuerzos en disimular su desencuentro. La hija de Antonio Sánchez Carrillo está fuera del círculo de confianza, ella lo sabe, y hace pocos esfuerzos por entrar; más bien, exhibe su exclusión. Un caso similar, menos acusado quizá, es el de Rafael Gómez, un leal al exalcalde Miguel Ángel Cámara que no ha encontrado hueco en la nueva situación.

Pero la disidencia implícita mayor se da en Maruja Pelegrín, también muy identificada con la política anterior, y elevada al protagonismo político más allá de su concejalía, primero por Pedro Antonio Sánchez y después por Fernando López Miras. El primero la designó secretaria general del PP, un cargo que teóricamente en este caso es el ´número dos´ de la organización, y el segundo la mantuvo. No importa que, en realidad, López Mira resultara ser el auténtico número dos de Sánchez y que ahora sea Miguel Ángel Miralles el segundo de López Miras. La función encargada por la presidencia del PP a Pelegrín parece consistir en ´controlar´ políticamente La Glorieta y establecer una línea de comunicación entre los poderosos pedáneos murcianos y presidentes de juntas con la sede regional de González Adalid. Este papel supera a Ballesta, quien es ´el jefe´ de Pelegrín en el Ayuntamiento, pero a la vez está sometido formalmente a la autoridad de ésta en el partido.

En la reciente crisis del caso de ´los audios de Roque´ no parece que haya existido un feliz entendimiento entre Ballesta y Pelegrín, al menos ésta ha estado al margen de reuniones y confidencias. En definitiva,ajena al círculo de confianza y en sintonía con la dirección regional en los momentos en que crujían bastos entre La Glorieta y San Esteban.

Es probable, por tanto, que la remodelación que diseñe Ballesta excluya a los tres concejales mencionados de las áreas determinantes de la política municipal, de modo que podría ser más ilustrativa la situación en que queden éstos que las asignaciones que se distribuyen entre los demás.