Qué escenas más espontáneas las que hemos visto por exceso de agua. Las terribles inundaciones. Los ahogados por caer al agua desde las pateras. Y, sin embargo, todos sabemos que la vida necesita agua, la necesita con auténtica urgencia. Se me hace presente (también en esto) mi amigo San Francisco:

«Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta». Cuando Francisco de Asís cantó así al agua no sabía que, además, el agua es el componente principal de todos los seres vivos.

En algunos seres vivos el agua es el componente casi único: las medusas son agua en un 90% y dicen que hay un extraño ser marino, llamado Cinturón de Venus (Cestus veneris) por su forma de larga cinta, que se compone de agua en un 99%. Lo paradójico es que la medusa pica y termina siendo un asqueroso cadáver. Y que el agua, desmadrada, arrasa con todo. Sin agua no hay quien viva y su exceso mata. Una forma de secar plantas es ponerles demasiada agua.

Andan buscando agua en Marte. A veces, hay que buscarla también en la tierra, planeta caprichoso en el que el agua puede faltar o sobrar no se sabe muy bien por qué. En algunos lugares han aprendido a vivir con la mínima y en otros todavía no entendemos que el derroche de agua es un delito de esa humanidad. Abrimos el grifo y vemos cómo fluye sin esfuerzo y en abundancia. Es difícil hacerse a la idea de que eso tan fácil y abundante es un tesoro por el que viven, mueren y matan los hombres.

En algunos países (y últimamente ya en España) funciona un sistema oficial de emergencia por el que se almacena, se compra y se vende agua. Tal sistema se llama, claro está, Banco de Agua. Las paradojas del agua van más allá.

Desde niños aprendimos que el agua es incolora, inodora e insípida. Nada más lejos de la realidad. Cómo un ser tan sin atributos (no sabe a nada, no huele a nada, no tiene color€) puede ser el ombligo del mundo. Hay quien cree que el ombligo del mundo es el petróleo: tan negro, tan oliente, tan espeso. El agua es más importante que el petróleo. Los hombres vivieron durante milenios sin conocer el petróleo; no hubieran vivido ni una semana sin agua.

¿Cómo podemos ser tan insensatos presumiendo de avances maravillosos cuando se nos escapa lo fundamental? Lo fundamental es el agua. Y sus caracteres paradójicos parecen habernos contagiado. El hombre es la paradoja. Dilapida agua a lo tonto y embotella agua como si fuera vino. Con marca y todo. Hay aguas de lujo y agua corriente que nadie puede cobrar.

Por eso te miran tan raro en los restaurantes cuando pides agua de grifo: porque no pueden cobrarla. Y suele ser agua limpia y pura, incolora, inodora y muy sabrosa. No en todas partes: hay lugares en los que te recomiendan que no bebas agua del grifo. Aunque siempre te queda la duda de si no será por lo de siempre, por lo del cobro. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, reza el viejo refrán. Pues claro. El agua tiene tantas virtudes que puede pasar inadvertida. Porque además es trasparente.

El agua es tan rara y humilde que deja ver todo lo que está más allá de sí misma. Mejor dicho: deja ver todo menos a sí misma. El agua no se deja ver. ¿Aprenderá el hombre alguna vez la lección? Malgastar el agua es un delito contra la humanidad. ¡Cuánto bien nos haría escuchar al papa Francisco!

Mil millones de personas, sin agua

Mil millones de personas, sin aguaLa celebración del Año Internacional del Agua nos puede servir de ejemplo. Según las cifras, mil millones de personas no tienen acceso al agua, y nueve mil trescientas personas mueren diariamente de alguna enfermedad relacionada con el agua no apta para el consumo o que se encuentran en malas condiciones.

No vivimos tranquilos los amantes de la Tierra, si además de buscar el placer no apostamos por una relación de defensa (desde lo más particular como el no desperdicio de agua) y de apoyo explícito a las iniciativas de asociaciones y plataformas cívicas que reclaman que el agua sea un bien de todos y no un objeto comercial.