A la senadora Pilar Barreiro le quedan tres telediarios. Lo sabe medio mundo, y ella, que no debe permanecer precisamente ajena a la lógica política, también. Entonces, ¿qué hace todavía ahí? Si Pedro Antonio Sánchez tuvo que dimitir nada menos que de la presidencia del Comunidad por su imputación en el caso Púnica ¿qué impunidad asistiría a ella en idéntica circunstancia disponiendo de un cargo de menor trascendencia? Desde el momento en que en boca de Albert Rivera se le ha recordado al PP que sin la dimisión de Barreiro no podría contar con el imprescindible apoyo de Ciudadanos para la aprobación de los Presupuestos, no hay vuelta atrás. Barreiro no es Rita Barberá en cuanto a popularidad y carisma, y es probable que en el ámbito nacional hayan pasado desapercibidas hasta ahora la circunstancias que condicionan a la exalcaldesa de Cartagena, pero no hay caso menor cuando Ciudadanos votó la investidura de Rajoy de acuerdo a un pacto anticorrupción que trazaba unas líneas rojas muy claras. Barreiro, para su desgracia, está al otro lado de esas líneas, y Rivera no tiene más remedio que advertirlo. El riesgo político de consensuar con un PP en fase decadente unos Presupuestos que facilitarían a Rajoy la prórroga de un año de cómoda gobernabilidad exige a Ciudadanos sortear al menos algunos escollos elementales derivados del pacto original de legislatura, y da la casualidad de que Barreiro es la pieza que afea el acuerdo. A su vez, es el pretexto involuntario que permite a Ciudadanos recuperar su primigenia condición de partido regeneracionista, de modo que la permanencia en su escaño de Barreiro les viene a los de Rivera como anillo al dedo. No cabe duda de que el PP no va a debatir con Rivera la aprobación de los Presupuestos empezando por la continuidad de Barreiro, y menos cuando ésta carece ya de poder interno en su partido; antes bien se acoge a la protección de Cospedal, quien se adelanta a dar alpiste a toda paloma suelta para evitar que recale en el nido de Soraya. Barreiro está sola, y faltará poco para que algún lacayo le indique la puerta de salida por razones de fuerza mayor, es decir, por la estabilidad del Gobierno, de modo que incluso su dimisión le será vendida como un supremo sacrificio en favor de la patria.

En el PP murciano hace tiempo que se trazó un cordón sanitario ante Barreiro. No tanto por sus imputaciones judiciales, algo para lo que en la superestructura de ese partido son insensibles vista la trayectoria reciente, sino porque a la exalcaldesa se la tiene como la ´tentadora´ que condujo a Pedro Antonio Sánchez a los predios de Javier de Pedro, el tipo que ingenió lo que en el fondo era una estafa para los propios políticos que, ignorantes de los entresijos de Internet, pero fascinados por las teorías de crecepelo en torno a la Red, vieron en su oferta una fórmula infalible de lavado de imagen que estaban supuestamente dispuestos a financiar con el dinero de todos. Por otro lado, Barreiro conforma con Valcárcel y Cámara el trío que ha estrujado el poder hasta la última gota de la ubre, al punto de dejar para la tercera generación (la segunda ni olió los sillones) los restos de un naufragio de difícil recuperación.

No hay, pues, empatía del actual estatus con Barreiro, pero el ´nuevo poder´ tampoco se decide a reclamar a la exalcaldesa una retirada que hace unos meses habría resultado discreta y que hoy, ya inevitablemente necesaria para los intereses inmediatos del PP nacional, volverá a poner de manifiesto que Rajoy sigue sin enterarse de lo que él mismo firma, siempre con la intención de incumplirlo, pero obligado a acatarlo en última instancia, como ocurrirá en el caso de Barreiro, y por esto ya sin mérito una vez resuelto lo inevitable. El resultado de esta política cegata es que el PP una vez más deberá ceder, mientras Ciudadanos se añadirá otra medalla para después dar un paso más hacia el definitivo abrazo del oso.