Siento ser yo quien os lo diga justo en este momento. Os veo ahí, tan de tranqui, recién agarrada la cuesta de enero y tratando de hacer dieta y todo eso, que me da cosica, pero ahí va: todavía podríamos tener elecciones generales adelantadas este año. Os acompaño en el sentimiento. Lo sé, lo sé: después del esclavejío que ha pegado su partido en Cat, a M. Rajoy se le han quitado las ganas de experimentos. Pero ahí están Aznar y El País a pico pala para que volvamos a votar cuanto antes. Y argumentos no les faltan: con la llave para la aprobación de los PGE en manos del PNV, y lo mal que ha sentado todo el asunto del 155 entre el electorado de ese partido, ni forrando de dinero público Euskadi hasta que broten billetes de 500 del árbol de Gernika va a ser fácil desbloquear las cuentas estatales.

A la espera de saber si el presi se acaba el puro y se lanza o no a esa piscina poco transparente, el año político empieza en la Región algo ´arrevolicao´. La plataforma-de-Garre, aún sin nombre electoral (el provisional ya mete bastante miedo, supongo), está a punto de constituirse como partido, para competir en el súbitamente atestado caladero murciano de centroderecha. Le benefician un buen número de factores: la Murcia cenicienta está tomando ya color de roñicienta, a base de maltrato político y presupuestario por parte de Moncloa; el viejo argumento de ´Zapatero nos roba´ va perdiendo (poco a poco) gancho, y el triste PP regional está compuesto últimamente de zombis con abogado, delfines amaestrados y yuppies con demasiada prisa por saltar a Madrid. Es sin duda el momento de recoger la bandera granate y liarse a desfacer entuertos, habrán pensado los garristas.

Reconozco que la cosa está como para hacer tostones y sentarse a ver llover más tortas que en la WWF, pero, si te fijas bien, en ese cuadrilátero en que PP, Cs y regionalistas están a punto de empezar a enfostiarse hay más palitroques tirados por la lona, aparte del de la banderica de las torres y las coronas. Está la cruz, claro, la verdadera base social hasta ahora del PP regional. Está la rojigualda, el bastón de la identidad nacional y defensa de sus esencias frente a rojos y separatistas, por cuya custodia se vienen sacudiendo estos meses los de azul y los de naranja. Y está, por fin, la bicha: la enseña racial. La tentación de enarbolar la tela de color mierda de la ultraderecha xenófoba puede ser demasiado fuerte en una Región con una alta proporción de población migrante y, al mismo tiempo, a la cabeza en desigualdad y riesgo de pobreza. El PP catalán sucumbió a ella con los bochornosos resultados que acabamos de conocer (qué alivio, por cierto), así que, ¿serán capaces los políticos de la derecha murciana de mantener ese mínimo de dignidad democrática? Espero que no se me atraganten los tostones.

Bueno, y de la izquierda murciana, ¿qué nos cuentas? Pues ná. Que necesita una guerra de bandericas como un ciego un caleidoscopio. Vaya uno de visión como vaya, calces las dioptrías que calces, te das cuenta de que en la Región hace falta una izquierda con hambre de gol, capaz de dejarse de hostias y poner la desigualdad, la precariedad, el déficit democrático, los recortes y la degradación medioambiental en el centro del debate público. En lugar de eso, tenemos apasionantes intrigas de palacio. A cualquier cosa llaman palacio ya.