Uno diría, leyendo prensa en papel, que en España el sinvivir es el ´procés´, que en nuestras pesadillas sale Puigdemont comprándole a Maduro un ejército de bots rusos para invadir Zaragoza etc etc. Pero si te fijas bien puede que encuentres, en un suelto en página par, que según el CIS no es así. La principal preocupación sigue siendo el paro, más de treinta puntos por encima de la segunda (que sigue siendo la corrupción), y de la tercera, que tampoco es la chorrada esa de Tabarnia, sino (fíjate tú) la clase política.

A 2018 le pedimos trabajo y hacemos bien. Bajo el entusiasmo ´Murcia va bien´ de gran parte de la prensa regional, los murcianos no perdemos de vista que el paro lleva cuatro meses subiendo (a falta de saber el dato de diciembre) en nuestro terraje, y que el poco empleo que hay, por mucho que lo adornen con conceptos gilipollescos como minijob, job sharing, salario emocional o trabacaciones, es tan precario e irregular que nuestra sociedad está involucionando. La laxitud y falta de medios (cuando no el sesgo político) de la inspección de trabajo mantiene la tasa de horas extra no remuneradas en más del 46%, y el miedo a la identificación hace inoperante el buzón de denuncias. Ni siquiera tener un trabajo le garantiza a un murciano dejar atrás el riesgo de pobreza que afecta al 34,8% de nuestros convecinos (una tasa más de siete puntos mayor que la previa a la crisis). Obviamente, también nuestra recaudación pública se resiente de este estancamiento y esta desigualdad: nuestro déficit está desbocado y lidera, junto al de la Comunidad de Madrid, la lista de derrochadores.

Tal vez el síntoma más claro de que la precariedad laboral está convirtiéndose en un problema demasiado grande como para barrerlo bajo la alfombra es la campaña en que anda embarcado el gobierno para convencernos de todo lo contrario. La reciente e inexplicable foto del anuncio de subida condicionada del salario mínimo es un buen ejemplo (y digo inexplicable por la presencia en ella de los responsables de UGT y CCOO). Sin embargo, la lucha por el trabajo digno continúa fuera del cómodo mundo moquetil: Jornaleros, subcontratados o trabajadores de la administración mantienen patas arriba, cada uno en su frente, la situación laboral en la Región.

Tal vez el caso más sangrante (e ilustrativo) de abusos en este panorama post reforma laboral en nuestro suelo es el de Kawide Valderrama, secretario del comité de empresa de Interurbana de Autobuses (LYCAR). Despedido con pretextos cuanto menos exóticos (haberse desplazado en su coche particular con personas que podrían haber viajado en bus), la campaña por su readmisión está sacando a la luz todo tipo de trapos sucios de color típicamente murciano: una empresa tan subvencionada como sancionada por infracciones contra los derechos de los trabajadores (sin que una cosa tenga visos de influir en la otra), un uso creativo de la nueva legislación para reprimir -presuntamente- la libertad sindical y una buena dosis de sensación de impunidad por parte de los empleadores. En este pulso (hay convocada concentración el próximo día 12 en la estación de autobuses de Molina) nos jugamos mucho. ¿Y si además de desear trabajo digno para el 2018 nos movemos un poquito para hacerlo realidad? Total. De perdidos al SEF.