En 1936, John Steinbeck publicó siete reportajes sobre el éxodo a California de los granjeros arruinados del Medio Oeste que prefiguraban la que habría de ser su novela más universal, Las uvas de la ira, publicada en 1939 y con la que obtuvo el Premio Pulitzer. De aquellos tiempos del también lejano Oeste, en una de las novelas más importantes de USA, Las uvas de la ira llegó hasta el cine de la mano del maestro John Ford.

Sin que tenga relación el título al que acudo para escribir mis palabras de hoy domingo, último día de este año que se acaba, 2017, que se ha llevado a un montón de amigos, nos ha dejado muchos problemas, lo que sí deseo es aprovecharme del título para dejar un brindis distinto a la ira, un brindis para el nuevo año que comienza esta noche, después de esas uvas viejas de las 12 con las que dará comienzo el nuevo año, 2018.

La ira ha sido el detonante de los problemas que debieran solucionarse en Cataluña más pronto que tarde, porque si no hay un respiradero de paz y concordia en aquel territorio (recuérdese que la paz es expansiva, si se cree en ella y se practica, dijo mi amigo Xiqui Benegas, que en paz descansa también), no sabremos dar comunicación de libertad y verdadera democracia tanto allí como en el resto de España.

Algo tengo muy claro: no es el presidente de este Gobierno, Rajoy, la persona que saldrá con la bandera de la paz a crear las condiciones necesarias, ni será quienes van a abolir el 155 ni a coger las riendas de la reconciliación para dar solución a la ira acumulada durante tantos años y, ahora, meses, de desencuentro. Rajoy no ha servido aestos intereses humanitarios y, sobre todo, necesarios. Pero debemos llevarle a él, y a cuantos actores están en ese juego nada divertido de la ira, la preocupación de muchas personas, tal vez millones, por el desentendimiento nacional. Es ya mucho tiempo sin diálogo, sin ese brindis y esa libertad sin ira que ha sido siempre acuñada como lo contrario de las dos Españas y la pelea a garrotazos.

Por todo esto va siendo el día, la Nochevieja, el momento del brindis sin ira y de la búsqueda de una paz duradera y democrática que restaure la razón frente al desencuentro visceral. Una razón necesaria, la del entendimiento dialogado. Esta noche brindaré por la paz (lo vengo haciendo desde hace muchos años), ahora que es momento de que el nuevo año sea menos triste y nos deje bienestar para seguir por el camino del encuentro entre españoles y salir de la vereda de la ira por donde hemos caminado durante un puñado de años.

Salud y suerte para que veamos curadas nuestras heridas y dolores, y aquellas uvas de otros años, las que nos recuerda la obra de Steinbeck, las de la ira, las de aquellos emigrantes que nunca conocieron la tierra prometida, nos den el calor que hace necesaria una buena convivencia en paz. Y aunque con cierto y motivado pesimismo, brindo por ello.