El nuevo año comienza tan bien que, a efectos laborales, lo hace en martes. Espero que termine aún mejor y que, a efectos laborales, concluya con más contratos fijos y, por tanto, mayores salarios y pensiones para estrechar la gran brecha de la desigualdad que nos lleva al precipicio, especialmente en regiones cercanas al suicidio, como Murcia. Ya me es indiferente si allá por 2019 nos podemos tomar o no las uvas en Sol tras viajar con el AVE, pues puede que el tren nos llegue cuando se prohíba la concentración en esa famosa plaza madrileña por temor a los atentados, tal y como se ha aplicado este año con una nueva restricción. En materia ferroviaria y medio ambiental soy uno de esos 'mataos' de los que creen que es más interesante reforzar o crear una red regional y abandonar de una vez los actuales diesel, además de evitar cualquier posible impacto del AVE sobre la convivencia.

Las vías que más me interesan, de cualquier forma, son las intravenosas, las que garantizan la supervivencia. Un 50% de los niños, jóvenes y ancianos hace tiempo que viajan en el vagón de la exclusión. Cómo estará la situación que hasta su Majestad el Rey en su mensaje navideño reclama una mejora de las condiciones laborales, mayor número de contratos fijos, para afrontar la desigualdad. En qué escalón nos encontraremos que hasta el actual Gobierno, sí, el actual Gobierno ha decidido subir un 4% el salario mínimo. Resulta que las ganancias de las empresas del Ibex, que son las que han salido de la crisis o nunca la han conocido, no revierten más que en desigualdad. Lo más grave es que los demás seguimos como atolondrados a pesar de tan atronadoras campanadas. Está mal visto criticar, ser pesimista y opinar, pero quizá el 2018 sea el año en el que se acabe la resignación, el perdón y el aplauso partidario en los actos de fe. Así sea.

Feliz año.