España ha batido varios récords este año, uno de los más preocupantes: el de la llegada de inmigrantes. Hasta octubre habían llegado al país 16.010 PERSONAS en 824 pateras, más del doble que el año anterior. El drama de esas más de 16.000 PERSONAS (insisto en las mayúsculas, porque no hay que olvidar que no son solo números y que, aunque suene tópico, llevan una trágica historia a la espalda) ya no nos afecta. A base de leer, ver y escuchar que cada día llegan dos o tres pateras a costas españolas hemos perdido el interés. Nos aflige más un perro llegado en esas precarias embarcaciones que sus dueños con quemaduras en las mismas barcas neumáticas. Hace poco tuve la suerte de ver un Teatro Circo absolutamente entregado con el músico uruguayo Jorge Drexler, pidiéndole incluso doblete de bises. Entre todo su repertorio hay una canción en su último disco que, bien escuchada, a más de uno le dará un puñetazo en el estómago. Movimiento nos recuerda algo que hemos dejado muy atrás, pero que no nos es tan ajeno: «Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje. (...) Somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes». Miles de españoles, al volver a casa desde Suiza, Alemania o Francia, relataban historias que a sus nietos les ponían los pelos de punta: hambre, frío, soledad e indiferencia por parte de quienes los recibían. Nos indignamos al escucharlos. Ahora somos nosotros los que reciben a otros y quienes pueden cambiar la historia para que sus nietos no echen el grito al cielo como hicimos nosotros. Drexler nos recuerda que somos «de ningún lado del todo, de todos lados un poco».