Cuando ya se han apaciguado las primeras manifestaciones sobre la querella de la Fiscalía en el caso Mar Menor, siguen resonando los ecos. Ecos de una realidad clamorosa con cifras espeluznantes: 2.000 desalobradoras ilegales, zulos, más de 20.000 hectáreas de regadíos sin registrar, 4.000 toneladas de nitratos vertidos por año (más de 371.000 toneladas en las últimas décadas) o los 48 millones de euros en la desalobradora de El Mojón que prácticamente no llegó a funcionar. A Pacto por el Mar Menor no nos ha cogido por sorpresa; día a día vivimos esa realidad que hoy un profesional fiel a su cargo y juramento, ha materializado sobre papel. El Fiscal ha hecho un trabajo que pocas personas hubiesen acometido en tan poco tiempo con la dificultad medioambiental y la infinita documentación que acompaña a este caso. Habrá ausencias, hay presencias, de todo ello se encargará la Justicia.

En el plano del desnorte y la anécdota de esta España tan poco formada medioambientalmente hablando, encontramos declaraciones que dicen sin pudor que esta querella es ´desafortunada´, puesto que la explosión de fitoplancton se produjo en un par de años concretos. Como si la eutrofización de todo el ecosistema del Mar Menor, harto de enviar señales desesperadas, se produjese de golpe. Son años y años de sumar errores hasta hoy porque nadie ha sabido ni querido actuar. Otras declaraciones dictaminan que el proceso que atañe a la recuperación y protección del Mar Menor es multifactorial y multisectorial, que la economía es circular. Con semejante confusión, aquí parece eterno dar una solución. Sin embargo, es mucho más sencillo.

Para empezar, si nos ceñimos a la querella, hay un sector y un factor señalado. Cabe preguntarnos: ¿qué medidas se han tomado al respecto tras el escrito de la Fiscalía? Al parecer, hay que tener paciencia, prudencia y perseverancia. Está claro, dos años y pico de denuncias diarias no son suficientes. ¿De qué perseverancia nos están hablando? Bastante con sobrevivir en estas condiciones de ignorancia. Y luego consideran que si por fin se acomete alguna actuación, ha de ser consensuada, es decir, si alguien coge lo que no es suyo, pongamos por ejemplo el agua que abastece al vecino, antes que nada hay que alcanzar el consenso entre el Ayuntamiento, Hidrogea, la Guardia Civil, la comunidad de propietarios y el vendedor ambulante que pasa por su puerta. Sólo entonces veremos si se hace algo y qué se hace. Que le pregunten al Mar Menor o a los marmenorenses el consenso que hubo cuando se le dio un uso distinto al de ecosistema vivo.

A estas alturas es bueno recapacitar sobre un hecho extremadamente grave que compromete el futuro de todos y no es otro que la extracción arbitraria del agua del acuífero cuaternario. Los acuíferos contienen las reservas hídricas del planeta Tierra formadas a lo largo de miles de años que son garantía de vida de una Humanidad cada vez más estúpida. El agua en este drama, recurso finito en riesgo de no poder utilizarse por contaminación, ha seguido un sistema lineal de agotamiento que impide cualquier connotación de economía circular, entendida como aquella que intersecciona aspectos ambientales y económicos para cerrar un ciclo, mientras persista la actual situación sin resolver. Por si fuese poco, vivimos en una Región que estructuralmente presenta déficit hídrico y que además está siendo afectada por el cambio climático. Y sí, somos eficientes en la producción agrícola a pesar de todo y con mucho esfuerzo, pero hemos alcanzado un punto de no retorno en el cinturón del Mar Menor.

Es preocupante que España haya suscrito los objetivos incluidos en la Agenda 2030 que contemplan la sostenibilidad en todas sus dimensiones. Recordamos que aquí siguen sin dimensionarse los recursos hídricos disponibles para abastecimiento y producción agraria e industrial. Recordemos también que no se han tomado medidas suficientes en origen para acabar con la eutrofización. Añadamos que los vecinos con salario medio en el mejor de los casos, residentes y veraneantes de los municipios del Mar Menor, se desplazan a otras zonas de baño si desean un baño similar al que antes existía en la laguna. Y eso por no hablar del daño sobre la economía local. ¿Sostenibilidad? A día de hoy de lo que se habla es de la apertura de golas como medida principal y sin informe de impacto ecológico, con escisión de opiniones dentro del Comité Científico. Excepto en lo que contribuya a salvaguardar el arte de pesca tan nuestro de las Encañizadas, dragar golas será una extracción de arena más y una incertidumbre sobre su impacto en la singularidad ecológica del Mar Menor. ¿Es esto sostenible? La sostenibilidad de una sociedad comienza con la de su ecosistema, y con él termina.

En estas fechas de cercanía entre personas, he tenido el privilegio de conocer historias de vínculos afectivos entre la laguna y los seres humanos. Y he vuelto a revivir aquel año en el que surqué las aguas de un Mar Menor aún cristalino que sufría en silencio. Bajo la luna de un diciembre que terminaba, en un bote a remos iluminado por luz del candil, junto a una pescadora y mujer magnífica donde las haya, navegamos hacia la playa Barnuevo de Santiago de La Ribera donde nos aguardaban cientos de personas. Portábamos el Niño Jesús que el Mar Menor ofrecía a su pueblo. El vínculo era tan fuerte y natural que no cabían credos, razas ni ideologías. Éramos un todo invencible. Hoy solo tengo un deseo que pedir al universo: que quienes ejecutan y deciden, sean capaces de conocer y sentir el Mar Menor como nosotros. Sólo con la mitad sería suficiente.

Ingeniera agrónoma, investigadora e integrante del grupo de coordinación de la plataforma ciudadana Pacto por el Mar Menor