Seguro que muchos de los que, como yo, pisaron este mundo en los primeros años de la década de los 80 recuerdan con añoranza esas mañanas de verano en cualquiera de las playas del Mar Menor en las que nos entreteníamos agachados en la orilla, con un frasco de cristal en el que metíamos unos pellizcos de pan para intentar ´pescar´ un caballito de mar. En esos años, en nuestra infancia, el agua de estas playas era tan cristalina que no era necesario que buceáramos para verlos de cerca, ya que desde fuera podíamos ver sin problema esa estampa marina en la que los caballitos de mar nadaban entre pequeños peces y cangrejos diminutos que aprovechaban cualquier caracola para protegerse de los peligros del mar. Ahora, ver un caballito de mar en aguas de nuestro Mar Menor se ha convertido casi en una utopía, hace años que esta especie está amenazada y la situación de las aguas, más las especies invasoras, no aportan nada positivo a que se pueda recuperar. Esta misma semana la asociación marmenorense Hippocampus informaba de que solo ha avistado ocho en los quince muestreos que ha llevado a cabo durante este año en distintas zonas de la laguna, y calculan que la población de este singular pez ha disminuido en un 70 por ciento desde 2015. Ante esta estampa no puedo sino sentir añoranza por aquellos momentos junto a mi hermano jugando en la orilla del mar con los caballitos, una añoranza que se convierte en tristeza al pensar que mi hija no podrá disfrutar de esos instantes que se quedan grabados en la memoria y que nunca se olvidan.