Quieras que no, los alcaldes dejan marca. Unos más que otros. A poco que te entrenes, detectas sus siglas a simple vista, paseando por la ciudad. En la mía, que es Murcia, resulta lamentablemente fácil. Los veinte años de absolutas del anterior regidor no se caracterizan por la discreción. MacMurcia (por Miguel Ángel Cámara) llaman a ese legado, los residuos de una época en que todo el territorio municipal se declaró comida rápida para el urbanismo exprés, y que han dejado un rastro que a mí me recuerda al estado en que quedaba el párking del Eroski al acabar el SOS 4.8: envoltorios de hamburguesas, botellas rotas, miles y miles de folios de sumarios judiciales, solares de escuelas infantiles públicas, esqueletos de edificios a medio construir y carteles de promociones fantasma amarilleando o viéndose sustituidos por anuncios de locales de alterne.

A uno se le ocurre, paseando por la ciudad, que no estaría mal hacer un poquillo de limpieza de aquellos maravillosos años en que lo de pasar por el cajero era cosa del lumpen. Al fin y al cabo estamos en otra era política y MAC, umbra de lo que era, pasea por los juzgados su destierro político. El nuevo alcalde no disfruta ya de la mayoría absoluta y solo lo es gracias a Cs. Pero quiá. Murcia apenca. Con los esqueletos, con los sumarios y con los solares, y un buen número de los concejales que amasaron aquellos barros (quienes tumbaron la escuela infantil, quienes viajaron en jet incluidos) siguen a bordo de estos lodos. ¿Y qué ha cambiado? La marca. Adiós MacMurcia, hola Murcia Jobá. Con José Ballesta lo que lo peta es encogerse de hombros: jobá, nos meten el AVE en superficie. Jobá, nos cierran los pasos a nivel. Jobá, no nos dejan poner acera en el puente de Ronda Sur. A mí me gustaría pero jobá. Ya sé que dije que nos plantaríamos ante quien hiciera falta pero jobá. Jobá pero ey, ¿habéis visto el arbolico de navidad? Este año un metro más alto, ¿sabéis? ¿No aplaudís, malos murcianos?

Ay jobá.