El municipio de Murcia, desgraciadamente, nunca destronará a Copenhague como la ciudad más amiga de las bicis. La capital danesa le ha quitado ese distintivo incluso a Amsterdam, que es o era el paraíso de las bicis. Esta afirmación no es nada gratuita. Tiene, como dirían los investigadores, base científica. La decisión de la concejalía de Urbanismo de estrechar el carril bici construido al norte de la ciudad, en las nuevas carreteras, como la Miguel Induráin, es una prueba irrefutable de que en la capital de la Región la movilidad sostenible no es una prioridad.

Ya el exalcalde Cámara lo demostró cuando dejó morir o ralentizó proyectos sobre carriles bici que la que fuera su concejala de Medio Ambiente, Adela Martínez-Cachá, se empeñaba en sacar adelante. A duras penas logró convencer a sus compañeros de que se estableciera un sistema público de alquiler de bicis, que acabó inaugurando otro edil, ya que ella se fue a la Comunidad autónoma, reclamada por el entonces presidente del Ejecutivo murciano, Alberto Garre, y cansada de tanta incomprensión.

Los trazados realizados hasta ahora para el tráfico de las bicicletas lejos de animar a los ciclistas a utilizarlos son bastante disuasorios. Solo hay que subirse a un vehículo de dos ruedas para comprobarlo. El de la mota del río está algo mejor que otros, pero el poco respeto de otros vehículos de dos ruedas y de las personas que salen a correr a veces son un peligro para la convivencia pacífica. Algunos de pedanías (las que los tienen subordinados a nuevos tramos de carretera sobre todo) también son poco atractivos por el trazado y por la falta de mantenimiento que presentan (baches, invasión de arbustos, falta de señalización adecuada, etc.) mientras que el que lleva al campus de la universidad pública se asemeja más a una yincana que a otra cosa.

Ante este panorama y, a falta de que en la ciudad se haga un auténtico carril bici que vertebre el norte con el sur, no es de extrañar que los ciudadanos miren las bicis como algo extravagante e incluso peligroso. Nada invita a coger los vehículos de dos ruedas y dejar el coche en el garaje para contribuir con actos pequeños y cotidianos a mejorar el Medio Ambiente. Y la cosa no parece que tenga pinta de mejorar. El gran carril bici anunciado desde hace años no acaba de salir y las bancadas públicas siguen siendo objeto de actos vandálicos, una situación distintas a la que, por ejemplo, viven las bicis de alquiler comunitario de Copenhague donde llevan hasta tablet para consultar recorridos y comunicar incidencias. Aquí, esos ordenadores minúsculos serían pasto de los cacos antes de ser estrenados.

Siguiendo con la capital danesa y analizando su concepción de la bici y sus políticas al respecto, uno se documenta sobre lo que hay que hacer y encuentra las razones por las que ha sido elegida la ciudad más amiga de las bicis. Edificios sin garajes de coches, prioridad de paso para los peatones, diseño de la totalidad de las calles con espacios para el peatón y la bicicleta como fundamento, etc.

El coche está considerado como opción permitida, pero no prevalente, sin apenas espacios de aparcamiento, y con preferencia de paso en último lugar. Simplemente se permite su presencia. Todo esto en Murcia sería ciencia ficción.

Por nadie pase.