Ocurre que, desde que tengo constancia de que los negocios cierran, por las causas que sean, tenía la suerte de no conocerlos, de no padecer la congoja de ver el cartel de ´Se alquila´ o ´Se vende´ colgado en el cristal. En ninguno de ellos había entrado o me había quedado el suficiente tiempo para suspirar tranquilo y sentir que me podía tomar un café o una cerveza y que no me importaría el tránsito humano a mi alrededor, porque yo ya estaría con las musarañas. Fueran noticia o no esos cierres de bares, siempre los había esquivado, hasta ahora.

Tengo un triángulo especial de locales en Murcia al que no falta una visita cada semana a alguno de ellos: el ´Café de Alba´, el ´Café Ficciones´ y hasta hace poco el ´Zalacaín´. Especial mención también al ´The River Café´ en Bullas. El ´Zalaca´ era un oasis de tranquilidad y de buena cultura de bar en medio de una calle donde han proliferado locales cuyas vitrinas aguantan botellas que bien podrían servir para alcohol de botiquín de emergencias. En las noches de este fin de semana ya se podía ver el nuevo nombre que llevará a partir de ahora el mítico local que tan buenos momentos ha regalado a la sociedad murciana. De dentro salían unos destellos multicolores de discoteca barata que iluminaban la antigua barra de madera. No me quedé mucho más tiempo mirando. Como dirían en Juego de Tronos, «lo que está muerto no puede morir». Adiós, Zalaca.