El hecho de ver recientemente a los Tous, acreditada familia de joyeros catalanes, fotografiados junto a los líderes de la fracasada intentona separatista en Cataluña, me hace reverdecer tiempos más jóvenes. Fueron aquellos dos días en los que la señora Tous me declaró la guerra de forma breve, encubierta y sorda.

Corrían los años noventa cuando llegó a Murcia el matrimonio Tous, vinieron acompañados de una corte de conocidos periodistas del corazón, arropando a la que era imagen de la conocida franquicia de joyerías María Eugenia Martínez de Irujo, hija de la duquesa de Alba. Venían a la inauguración de la joyería Tous, del amigo Pepe Laborda. Los Tous y la ´canalla´ rosa llegaron a Murcia la víspera de tan sonada apertura, disfrutando de un recorrido por las calles con más solera de la capital. Vestía el matrimonio de luto riguroso y peinaban ambos inmaculadas canas trabajadas a conciencia. El señor Tous fumaba en cachimba y portaba estilosa mariconera al hombro. No les debió de gustar el ambiente del extinto Altea de Rafa Párraga en la calle Pérez Casas, o puede que fuera la música de Renato Carusone tan propia del local, así que se marcharon sin mediar palabra y sin ser presentados, quedando allí solazada la tropa periodística.

Ocurrió que a la mañana del día siguiente, acompañado del inquieto e inolvidable fotógrafo Tito Bernal acudimos a la nutrida rueda de prensa que contaba con la presencia estelar de Eugenia Martínez de Irujo. Ambos le hicimos entrega de una foto de su entonces novio, Francisco Rivera Ordóñez, en un festival taurino celebrado en Murcia. Así nos ganamos los mejores posados de la popular aristócrata y de una señora vestida de negro luctuoso y pelo blanquísimo que pegada a pespunte no se separaba un ápice de la joven noble: «Señora, haga usted el favor de apartarse que le hagamos las fotos a la chiquilla», le dije. La señora Tous no dijo una palabra, pero me lo dijo todo con la mirada, mientras se retiraba sin ninguna prudencia. En definitiva, me fundió, quizás por el atrevimiento o la ignorancia de no saber quién era ella.

Llegada la tarde tuvo lugar la inauguración oficial de la primera joyería Tous en Murcia. Hueva, mojama y empanadillas hicieron las delicias de los asistentes y de los viandantes que se colaron. A la noche se celebró una cena nada íntima con la prensa en el aún cochambroso Casino de Murcia (ni tan siquiera ostentaba el título de Real, ni poseía cocina propia, ni estaba Megías) presidida por los Tous, María Eugenia y los franquiciados. Aquí llegó lo hora de la venganza en la guerra no declarada de los Tous. Tito Bernal y el que esto escribe tratamos de encontrar nuestro lugar en la mesa; lo hallamos, sí. Y cual fue nuestra sorpresa cuando vimos que los asientos designados eran mucho más bajos que el de Peter Sellers en su deliciosa película El Guateque. Tuvimos dos opciones: cenar prácticamente en el suelo o marcharnos. Optamos por marcharnos, manteniendo así el orgullo a salvo, mientras comentábamos en voz alta que los restauradores que solían dar los ágapes en el Casino se quejaban de que ratas y ratones se paseaban a su antojo por encima de las ensaladillas y se bañaban en la sopa de menudillos en bodas y celebraciones. Vano intento de ofensiva para contrarrestar la soberbia de la señora Tous y su terrible venganza. Todo hubiera resultado mucho más fácil si se hubiese presentado educadamente en el momento adecuado.