Últimamente se habla mucho de la globalización y los beneficios económicos, políticos y sociales de ésta sobre las personas y el bienestar de las sociedades; se trata de una realidad que ha venido para quedarse. Pues bien, yo no tengo nada en contra de la globalización, pero con lo que no estoy de acuerdo es con el reparto desigual de la riqueza entre los países.

Mientras que los países ricos son más ricos, los países pobres son cada vez más pobres, teniendo que hacer frente a la falta de recursos y trabajo. Eso se traduce en escasa participación e inexistencia de la democracia.

Como consecuencia surgen conflictos, guerras y una serie de circunstancias que dan lugar a los flujos migratorios y éxodo de personas de sus países. Todas las personas tenemos derecho a buscar el bienestar y una vida mejor; nadie quiere abandonar a su familia, su entorno o sus seres queridos si no es por necesidad o por temor a su integridad.

Según los datos publicados por la OIM, Organización Internacional para las Migraciones, hasta octubre de este año 2017 son ya más de 2.700 personas las que han fallecido en el Mediterráneo intentando llegar a Europa.

Las personas inmigrantes y refugiadas se han convertido en una moneda de cambio y negociación entre países, dejando de lado los derechos humanos. Generalmente los Estados consideran los movimientos migratorios como una amenaza a su soberanía y seguridad. Reconozco la importancia de los controles fronterizos para actuar contra el crimen internacional, pero también nos preocupa la protección de los derechos humanos. Los países deben garantizar que tales medidas no sean aplicadas de manera indiscriminada y desproporcionada, y que no lleven a la devolución de las personas migrantes o solicitantes de protección internacional a países donde su vida o su libertad están en riesgo.

Desde hace años la sociedad civil representada por organizaciones sociales y ONGDs viene reclamando a Europa que se tomen medidas que garanticen vías de acceso seguras a estas personas.

En los últimos meses, las costas de Murcia han sido destino de una oleada de pateras; en total, han llegado por esta vía más de mil personas procedentes, en su gran mayoría, de las costas argelinas. De todo esto se ha hablado mucho en los medios de comunicación, transmitiendo imágenes que no han dejado indiferente a la población murciana, sobre todo a quienes somos inmigrantes y vivimos hace tiempo aquí.

Algunas de estas imágenes han podido, de alguna forma, transmitir miedo y preocupación a la sociedad, dificultando el trabajo que desde las entidades sociales se hace para mejorar la cohesión social, desmontar estereotipos y prejuicios y favorecer la integración de las personas inmigrantes en una sociedad culturalmente diversa desde hace ya muchos años.

Otro año más estamos conmemorando el Día Internacional de las Migraciones, coincidiendo con la llegada del frío y las condiciones climatológicas adversas y esto añadido a las condiciones de los campamentos de los refugiados. A todos nos vienen a la cabeza las imágenes de años anteriores de tiendas inundadas bajo la nieve y el barro de los campos y el sufrimiento de niños y personas mayores. Nos apodera la frustración ante la impotencia de los gobiernos para acabar con el sufrimiento de miles y miles de personas en diferentes campamentos en los distintos países, desde Grecia, Líbano, Turquía...

Y qué hablar de la barbarie de noticias que nos están llegando de la esclavitud que están viviendo las personas que intentan llegar a Europa y que se encuentran en Libia. Sí, imágenes de esclavitud en el siglo XXI: compra y venta de inmigrantes entre las mafias.

¿Qué más puede pasar para que Europa tome medidas al respeto?

¿Cómo seremos recordados por las personas para las que somos predecesores? Creo que hemos fracasado como sociedad.

Por otro lado, y desde mi punto de vista, tenemos un reto importante para el futuro, las personas tenemos que convivir independientemente de dónde somos o de dónde venimos. La integración es una tarea de todos y todas, y va mucho más allá de fiestas multiculturales, espectáculos o días concretos. Empecemos desde el patio del colegio, la sala de espera del centro de salud o la plaza del barrio.

Es un día para reivindicar los derechos de las personas migrantes, para recordar a aquellas que han perdido la vida intentando llegar a otros países o a aquellas que ven vulnerados los derechos más fundamentales solo por el hecho de intentar salvar su vida, huir de la guerra, las amenazas, la miseria o el hambre.