Lo digo de primeras, me he puesto a dieta. Pero no como mi compañero de pupitre, el ´joven Antonio´, que mide hasta la longitud de los granos de arroz para no pasarse de calorías al día... No. Yo me he puesto a dieta por obligación, para que no llegue la cuesta de enero y ya no es que no pueda subirla, sino que todo apunta a que la bajaré rodando y a velocidad de vértigo. Y es que, pese a que mi cena de empresa me la voy a perder, como todos los años, me tocan esas otras comidas o ´cenas de empresa´ que requiere el oficio, la familia y la amistad. Ya estoy en plena brecha. El pasado miércoles fue la cena de Repsol, que este año ha tirado la casa por la ventana y nos ha llevado a Magoga. Todo un lujo, con una muy buena compañía y unas mejores risas. El jueves fue el almuerzo de La Manga Club, así, para no bajar el nivel. Otro lujazo. Ayer por la mañana hubo desayuno en Capitanía (se agradece cambiar el tema de comida o cena por obligación) y la semana que viene vuelve a ser un no parar, con El Corte Inglés el lunes, la Autoridad Portuaria el martes, el desayuno de Hostecar el miércoles, y aún desconozco la fecha de los que organiza cada año la Asamblea Regional y el Ayuntamiento, que imagino que también caerán... A eso hay que sumar las fiestas familiares y de amigos, como la de esta noche; o la del día 23, con Clásico de por medio y todo... Así que ya ven, si en el resto de días (pocos) no me corto y cierro el pico, voy a superar todos los registros. Y no es plan. No obstante, les aviso: En enero tengan cuidado con las cuestas y asegúrense de que no bajo por alguna de ellas rodando y sin frenos.