Ya sabemos que la Navidad está ligada a demasiados tópicos, hábitos y costumbres, algunos no demasiado aconsejables cuando los prolongamos varios días. Del que quiero hablar hoy es del término solidaridad, un acto que aflora a raudales a partir de diciembre y que no nos la conseguimos despegar hasta que llega la cuesta de enero, sobre todo porque el bolsillo ordena al cerebro que empiece a pensar en cosas más cotidianas. No voy a criticar a la gente que utiliza ese término para sacar provecho del mismo, sobre todo para aquellas instituciones a las que tan bien les viene que la gente esté ahora más sensiblera y, por tanto, más receptiva. La solidaridad es siempre buena, sin ningún tipo de distinción, a no ser que se use para lucro personal. Es cierto que deberíamos hacerla extensible durante más tiempo (otra frase muy manida), pero como no es así, lo que debemos hacer es derrochar solidaridad estos días, aunque sea para lavarnos nuestro minúsculo sentido de humanidad. A los que reciben nuestra ayuda (sobre todo económica), no les importan tanto nuestros motivos y sí el acto de ponerla en práctica. Participen, usen su empatía y derrochemos solidaridad. Sean felices un segundo y hagan lo mismo con los demás. Yo la voy a poner en práctica. En cuanto llegue a Mula me compro una ´Bolsa Solidaria´. El dinero irá destinado a la asociación Acopadis.