El extinto Club 1900 de Cartagena forma parte de mi juventud. Nunca fui socio, pero tuve algún amigo generoso que me franqueaba el paso. Me recuerdo haciendo de pinchadiscos en las noches sofocantes del verano. Llegué incluso a trabajar de camarero, con pajarita incluida. Los años de vino y rosas tocaron a su fin y el lugar quedó abandonado y dejado a su suerte. Daba pena ver cómo se deshacía en escombros el que había sido un lugar emblemático de la Nueva Cartagena, la Urbanización Mediterráneo, la Media Sala.

El edificio principal lo conformaba uno de esos palacetes modernistas de la ciudad portuaria. Se trata de un edificio rectangular que despunta con su techumbre de tejas ocres y una conseguida combinación de vanos en el muro de cálido color. Rompía el corazón contemplar tan elegante construcción pasto del tiempo. Supuso, pues, un enorme gozo ver el lugar resurgir de entre sus cenizas. El palacete vuelve a lucir su finura modernista, rodeado de palmeras y otras frondosidades. Podría pasar perfectamente por casa de indiano en cualquier rincón gallego.

La restauración corrió a cargo de Kioto Develops SLU, compañía de la vecina Almería, que ha invertido dos millones de euros para abrir un centro educativo privado: el Agave International School.

Se cierne una sombra de culpa sobre la educación privada. Hay para quienes los centros educativos privados suponen un ataque frontal a la igualdad de oportunidades. ¿Pero qué sucedería si se prohibiera la iniciativa privada en el ámbito educativo? El experimento ya se hizo.

La ley educativa sueca de 1980 prohibió todo tipo de educación privada, incluido que los padres contrataran profesores privados para sus hijos o las clases de música fuera del colegio. ¿Resultado? Solo los hijos de padres con una amplia cultura (y tiempo libre) pudieron beneficiarse de una ayuda adicional. Se corre así el riesgo de perpetuar una suerte de ´linajes del saber´.

La única manera efectiva (y legítima) de promover la igualdad de oportunidades es ofrecer una educación de suma calidad para todos los niños. Que haya centros privados no vendría en tal contexto a erosionar la igualdad de oportunidades. Vendría, en todo caso, a ampliar las posibilidades. En nada perjudica un nuevo restaurante a quien está bien alimentado. Al contrario. Celebremos cada nueva iniciativa empresarial, también en el ámbito educativo.

Yo envidio a esos niños que acuden cada día a la 1900 de mi juventud. Pero con una envidia sana.