Un día le escribí a Paco Salinas Correas y le dije que siempre había vivido así, con Lorca en el corazón. Siempre así, con Lorca en el corazón, junto a su mujer, Charo, y con sus hijos, Esperanza, María de los Ángeles y Paco. Lorca en el corazón y en sus sentidos, en su mano pintora, dirigida por la memoria de su retina, en sus plumillas, acuarelas y óleos, en el corazón donde late una sensibilidad y una naturaleza total, de toda su plasticidad, en ese corazón que ahora le ha fallado y nos ha dejado sin él.

Me gustaba verle ya a los 90 años con la fuerza de aquella exposición que entonces colgaba en el Palacio de Guevara, en su sitio, como lo es un torero en su plaza, como es un pintor en su muestra, como era Salinas Correas, con una mirada y un saludo de afecto, del hombre bueno que era, para cada una de las muchísimas personas que le acompañamos esa tarde, que eran las 8 en punto, en el Palacio y todos estábamos a su lado. 104 cuadros, entre plumillas y óleos. Toda una reciente obra estrenada en un lugar tan lorquino como lo era él. Más de un centenar de obras de excelente trabajo. Confirmando su naturaleza saludable y diestra para ofrecer a su pueblo la ayuda personal contra un dolor irrecuperable como fue el pasado terremoto que nos asoló y nos asombró por su naturaleza destructiva y las últimas terribles inundaciones. Y le dignificaba a Paco, aún más si cabe, que la venta de esos cuadros de su producción más cercana, la última, fuese íntegra a la Mesa Solidaria que ayudaba a tantas familias desposeídas de sus casas. Y a nosotros nos honraba tenerle con salud y con fuerza para no alejarle del oficio, la plasticidad, el arte del dibujo a plumilla y la pintura.

Y Lorca fue esos días a esa exposición excepcional para ayudar a esa gente que lo necesitaba. Y lo que está más relacionado con el arte es que conviene recordar que Salinas Correas vivía como el primer día en ese ruedo del cromatismo de la paleta, de las plumillas coloreadas con tibias acuarelas, y que ese artista tenía el corazón de un lorquino que, además de ser conocido como ´el pintor de Lorca´, llevaba en su corazón a su pueblo, a nuestro pueblo, a Lorca. Y repasaba mi alegría ante su pintura, al ver tantos rincones de la ciudad y de su trazado monumental que forman parte de nuestra mirada, de nuestros paseos, de nuestra vida diaria; y cuánta belleza en ellos, tanto en los verdes vegetales como en los sienas desposando a los amarillos, en aquellos azules fugaces de los óleos, destellos de una realidad tocada por la sabia mano del gusto del pintor y su memoria segura. Cuánta alegría en los modos de conducir la plumilla a los paisajes, calles, rincones amados, monumentos eternos. Y cuánta visión del arte denotado en el exacto movimiento de los caballos que procesionan en nuestros Desfiles Bíblico-Pasionales, en lo que es de azules y blancos y que tan bien conocía, en nuestras Vírgenes, y en nuestros tesoros lorquinos.

Y es que cada vez que iba a una exposición suya me sorprendía más. Me estremecía más. Por eso le felicitaba a él y a Lorca. Porque sabiendo que en su corazón estaba Lorca, quedaba asombrado. Y es que en esa plaza personal, en el ruedo del arte, podríamos sacarle a hombros. Pero aún podemos hacerlo si Lorca, su Ayuntamiento pleno le produce ese nombramiento necesario de Hijo Predilecto, aunque se haya marchado físicamente, porque Salinas Correas nos ha dejado huérfanos de la mejor plumilla murciana conocida hasta esta fecha.

Esta faena última, la de la estocada más terrible que nos puede dar la vida y a los 93 años cumplidos, nos ha dejado esa pérdida terrible de su vida que se va con su talento, con su plumilla única. Se la agradecemos todos.

Adiós, mi buen amigo Paco. Un abrazo y mi admiración, porque sabemos que eres, que has sido, un orgullo para nuestra hermosa ciudad, tan bien cuidada por tus ojos y tu sabia mano pintora, un orgullo para todos nosotros, para Lorca. Porque Salinas Correas forma parte de esos pintores que conciertan en su obra el recuerdo del afecto al paisaje. Detiene su dibujo en la misma raíz de la perspectiva, aunque casi siempre utilice la memoria de lo dibujado como sistema productor de su creatividad. Dibujó tanto a Lorca que la lleva en su retina y también forma parte de su extremada sensibilidad como artista. Y lo hace escrupulosamente bien con la técnica del dibujo en tinta china, que él casi siempre utiliza, muy ajena a los pintores de hoy.

Sus óleos, expuestos por primera vez y hace muchos años en el desaparecido Círculo Cultural Narciso Yepes que estaba en los sótanos del también inexistente Cristal Cinema, confirmarán en la próxima muestra antológica su dominio cromático. Son unos cuadros de paisajes sienas, amarillos y verdes, de trazos sueltos, donde arden los bermellones soleados en los cielos calientes y secos de sus cuadros, entre los azules del día y los arreboles violáceos de las tardes crepusculares. La perspectiva, desde una alianza cromática vívidamente fresca tan conocida ya en el dibujo de Salinas Correas, consigue que percibamos en los oleos el paisaje sosegado y amable de las tardes de Lorca.

En las salas de la noble casa del Huerto Ruano, junto a las esculturas del jardín, donde destaca la obra de José Planes (uno de los mejores escultores contemporáneos de este país y, seguramente, el mejor de nuestra región), pudimos ver una exposición sellada con la firma de Salinas Correas. Allí estaban los claroscuros de sus dibujos, el temperamento exacto de su pluma, que constituye la recreación de la ciudad de Lorca desde el buen gusto de su magistral obra pictórica general. Para el pintor, ningún motivo desarrollado es idéntico a otro, aunque lo parezca, porque Salinas no copia ni su propia obra, sino que utiliza el dibujo de sus propios hipotextos como hipertextos que proporcionan en nuestra mirada lo que permanecía en el recuerdo de su discusión interior por la belleza. En este sentido, se puede observar cómo el pintor lorquino cambia los elementos necesarios para dignificar la estructura pintada, el concepto visual, ofertando en su trama y en sus planos lo que Lorca estaba ya en la emoción simbólica antes de que fuese deteriorada en su contexto, en algunos de sus rincones, paisajes, arquitecturas monumentales o planos generales panorámicos. Por eso, el pintor Salinas Correas es creativo en sus dibujos en tinta china. Porque no hace fotografía, sino que destemporaliza y añade la belleza hipotextual deshabitando los estragos impertinentes del feo urbanismo posterior que, en ocasiones, sobresale o deteriora al motivo, reconciliándonos con una identificación de efectos visuales artísticos que ahora ya pertenecen a su obra. Esa es la Lorca de Salinas Correas, la del puro hueso, la que queda de la deconstrucción, la que forma parte de una cultura sempiterna, la que confirma su existencia y de la que Salinas Correas es el notario artístico. Y todo ello depende del destello de su pluma tintada, desde la luz y las sombras, desde el entramado perfecto de su inusitada habilidad.

Me siento orgulloso de tener algún dibujo de Paco Salinas Correas y también de los que ilustraron generosamente algún poema de mi primer libro de versos. Hace tanto tiempo que le conozco y admiro que sólo me queda desearle a mis paisanos del Ayuntamiento firmeza en su acto al nombrarlo Hijo Predilecto de la ciudad, reconociéndole, como se hizo con el Premio Elio de Lorca, aún más si cabe hoy, que el arte, el buen arte, el despojado de artilugios, ése, el del puro hueso después de una inspiración basada en el trabajo, el de la mirada íntima, es el arte que verdaderamente sobrecoge y es así el arte de Salinas Correas.