Si, como Dios, camináramos desde Murcia sobre el Mediterráneo, en línea recta, llegaríamos a Sicilia. En algunos aspectos somos como hermanos de una misma familia y no me refiero al tema monumental. En otros, afortunadamente, somos mejores. Lo mayúsculo de viajar es minimizar la actualidad regional y, por supuesto, la nacional. A ello se añade que si el destino es Italia uno se siente orgulloso de ser español porque la corrupción, con niveles de graduación muy diferentes, afecta aún más a todos los estratos sociales. El propio Vaticano se mantiene como un paraíso fiscal que prioriza la libertad económica sobre todas las cosas, impregnándola de un toque de moralidad hipócrita que jalona la vida de todos los papas. No sé si les suena, pues nuestros gobernantes de Murcia tienen en la libertad económica su ´biblia´, proclamando su fe al dejar hacer como un mantra, aunque en la práctica sólo provoca desigualdad. De hipocresía tampoco andamos faltos y de falsa moralidad estamos también a la misma altura que nuestro reflejo mediterráneo. Si Miguel Ángel fuera nuestro coetáneo no podría completar la Capilla Sixtina con esos torsos, muslos y culos desnudos. La jerarquía, la de allá y la de acá, no le permitirían tales ligerezas y tal espectáculo de modelos de muslos prominentes. Prácticamente, sería considerado pornografía. Igual de pornográfico que observar como hace 3.000 años eran capaces de erigir palacios, basílicas y ciudades con tal maestría. Ya te lo cuenta la guía del gran Coliseo: «Esto que les abruma a ustedes aquí tardaron diez años en construirlo, lo que tienen detrás son las obras de una estación de metro (lo que sería el AVE para nosotros) que lleva veinte años empezada, claro que antes había esclavos».

Esclavos los hay ahora también, signorina, y no te digo yo patricios y cruces sobre nuestras cabezas. Quien no se crea que el Imperio Romano ha caído que se dé una vuelta en coche por las vías de su capital. Queda el esplendor de otros tiempos, mucho mejores aquí y allí.