Gracias por llegar cuando nada esperaba.

Gracias por hacerme creer en lo que ya no creía.

Gracias por estar siempre.

Gracias por cada llamada.

Gracias por cada palabra.

Gracias por cada una de las caricias y gracias por las risas.

Gracias.

Gracias por hacerme sentir bonita.

Gracias por hacerme creer que soy libre, que soy capaz.

Gracias por encontrar mis alas.

Y gracias, muchas gracias, por abrazarme sin apretar.

Gracias por los lazos, de los que unen, de los que no atan.

Gracias.

Gracias por alegrarme el día, la vida.

Gracias.

Gracias por llamarme cuando estás contento, cuando estás cansado, cuando no tienes ganas.

Gracias.

Gracias por la sonrisa.

Gracias por limpiar mis lágrimas.

Gracias por permitirlas, por aceptarlas.

Gracias.

Gracias por compartir.

Gracias por acompañarme.

Gracias.

Porque mientras tú existas no morirán las cartas de amor.

Gracias.

Gracias por todos y cada uno de los besos.

Gracias por traer besos de esos en los que no hacemos pie, de esos que quitan el miedo, de los que salvan, de los que piden más besos.

Gracias.

Gracias por esos abrazos que son refugio, descanso, salvavidas, paraguas.

Gracias.

Gracias por la piel y gracias por las llamas.

Gracias.

Gracias por ayudarme a cerrar una puerta y gracias por abrir mil ventanas.

Gracias.

Gracias por los paseos en el parque, por hablarme de las estrellas, por hacerme ver que brillo.

Gracias.

Gracias por el banco del jardín.

Gracias por las noches de hotel y por ayudarme a deshacer la cama.

Gracias.

Gracias por sostenerme, por no tirar, por no frenarme, por impulsarme.

Gracias.

Gracias por ser un regalo en un día cualquiera, de esos que no da tiempo a envolver.

Gracias.

Gracias por contarme cómo te ha ido el día hoy y lo que harás mañana.

Gracias por decirme si te has cortado el pelo o te arreglaste la barba.

Gracias.

Gracias por hacerme creer que se puede, que podemos.

Gracias.

Y por todo eso que ya sabes, por lo que imaginas y por lo que ni siquiera sospechas, gracias.