La única realidad como la copa de un pino es que no tenemos agua. Ni para beber. Los alcaldes se reúnen para ver qué pueden hacer con unas reservas hídricas que están a punto de agotarse. Y esta región, comparada con otras, aún tiene la enorme (aún costosa) ventaja de que es costera, y por desalación puede obtenerla del mar. Pero ya no es cuestión solo de la 'pertinaz sequía' que decía aquel hacedor de pantanos. Aparte de un clima que va a peor en tal punto, y que apunta desgraciadamente a la liquidación del ya amortizado trasvase, es que la política hídrica de este estado es nefasta, funciona a bandazos, no según los intereses generales de un país, si no conforme a los intereses políticos de cada región. Eso, por un lado. Y por otro, una secular autosuficiencia por parte de los profesionales de uno de los sectores básicos de la región como es la agricultura, en no admitir que hay que abordar nuevas técnicas productivas. Desgraciadamente, nuestras dos únicos polos de vida: agrícola y turismo, necesitan el agua como base de su propio desarrollo y mantenimiento.

Nuestros agricultores solicitan, por ejemplo, la apertura de 250 pozos de sequía, y el Ministerio, en un alarde, les avanza la de tres pozos que aportarán 14 m3, cuando el problema es de cientos de m3, ya que no es lícito hablar de miles, dada la escasez. Pero es que, tenemos en Torrevieja la desaladora más grande de España, con capacidad para 120 m3 anuales, y apenas llega a los 40 m3 de producción. Al igual que tenemos un par de plantas más, Águilas y Valdelentisco, con un rendimiento muy por debajo de sus posibilidades. Se puede aducir que el costo de la desalación encarece (de momento) la producción agrícola, y amenaza dispararla a precios incompetitivos, y es verdad, pero habría que recordar a la ministra Tejerina, que a lo mejor no lo sabe aunque su obligación sea saberlo, unos números muy simples y enormemente elementales: que con solo el 3% de agua de todo el país, esta región sobrepasa el 20% de las exportaciones de frutas y hortalizas de toda España. Eso son cifras. Que le pregunte a su 'compa' el de economía. Existe además una sentencia del Tribunal Constitucional que establece que «el agua es de todos los españoles, y ninguna comunidad puede apropiarse de la que pasa por su territorio», y fue sobre una Ley de Aguas de Aragón un tanto inconstitucional, por cierto. Fallo que el gobierno incumple sistemáticamente, también por cierto.

Pero, como decía, está también lo otro. Ya no se puede uno dormir en los laureles del riego por goteo. Aún hay que ahorras más agua, si es que se puede. Y poderse, se puede. Se llama Hidroponia, y será, más tarde o más temprano, la respuesta a la falta de agua, a los encarecimientos progresivos de la explotación, a la incidencia de las plagas, el agotamiento del suelo, a los nuevos países competidores que surgen. La hidroponía ya se hacía en el antíguo imperio romano, si bien siempre se ha mirado como un recurso de baja intensidad, cuyos costos hacían inviable la explotación intensiva. Pero existen las posibilidades de que sea distinto. En la actualidad se dispone de la tecnología necesaria para desarrollar esas técnicas en grandes invernaderos. Y es una técnica que puede llegar a un ahorro de agua de hasta el 80%, por un sistema de reciclado de la misma. Ocupa menos suelo sin merma de rendimiento; igual producción con un 70% menos de espacio. Ahorra un 25% de tiempo empleado, según el ciclo convencional. Puede llegar a ahorrar hasta un 90% del uso de abonos (industria a la que esto, por cierto, no le interesa) pero preserva el suelo cultivable sin degradarlo. Al ser un medio más tratable y controlable hay una menor incidencia de plagas uy enfermedades, y, por lo tanto, un mayor valor ecológico en el acabado final del producto, entre otras ventajas.

Se me dirá: Y, si eso existe, ¿dónde, cómo, quién? Aquí hubo (aún anda por aquí) un especialista experto en estas técnicas, que una determinada Fundación empleó en desarrollar un modelo prototípico en Torre Pacheco, y que se tuvo que abandonar por la torpeza de siempre y la falta de apoyo e interés. Se hizo para que fuese una especie de Centro de Investigación y Desarrollo en la materia, un punto de referencia en formación, información y asesoramiento para los agricultores, pero el desinterés, la desidia y la habitual yoyalosétodo que nos caracteriza provocó que aquello se perdiera. Una pena. Una verdadero y auténtica lástima. Pero las soluciones existen, y quien las busca las encuentra. Tenemos la tierra, tenemos el clima, pero no tenemos el agua. Pues tengamos, al menos, imaginación ¿o no?

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