Con los medios digitales, los periodistas contamos con una serie de ventajas que antes no disponíamos. Si antes podíamos saber cuántos ejemplares del periódico vendíamos, pero no podíamos conocer con seguridad cuáles de sus noticias eran las más leídas, ahora la tecnología nos revela el número exacto de visitas que recibe cada contenido que publicamos en nuestra web. En el mismo momento en el que usted accede a alguno de nuestros contenidos, aquí se nos refleja en una pantalla. Otra de las novedades que nos ofrece la modernidad es la posibilidad de palpar, a través de las redes sociales, la opinión que tiene la audiencia sobre las distintas informaciones. La pasada semana, con la emisión de un documental de DMAX sobre José Rabadán, el murciano que mató a su familia con una espada de samurái, pude observar gracias a estos avances tecnológicos una curiosa contradicción entre la gente que nos sigue. Si atendemos a lo que comentan los internautas en las redes, el solo hecho de darle cobertura al trabajo periodístico de otra empresa, nos convierte en propagandistas de un asesino con el fin de rehabilitar su imagen pública. «Morbosos» fue el calificativo que con más frecuencia nos dedicaron. Pero les puedo asegurar que una sola noticia de este tipo, de las de sangre, tiene en una hora más entradas que todas las informaciones políticas y culturales que publicamos durante todo el año. ¿Quién es entonces el morboso?