El líder del Movimiento Ciudadano de Cartagena (MC) reproduce el personaje del chiste en que un conductor va en sentido contrario por una autopista y tacha a los demás de haberse equivocado de dirección. Da la impresión de que José López no aprende de su propia experiencia, de tal manera que se empeña en ir a contracorriente incluso a costa de ser arrollado por él mismo.

No hay mes en que el pleno municipal de Cartagena y el antes y el después del mismo que deje de traernos un nuevo festival de desplantes, ultimatums y astracanadas de parte de este singular monologuista desubicado. Lo último, la amenaza a la alcaldesa socialista de romper el pacto por el que ambos se repartieron a pachas los años de gobernación del mandato en transcurso. Y esto a cuenta de la supuesta intromisión de Ana Belén Castejón en las competencias de los concejales de Movimiento Ciudadano que ejercen como resultado de la coalición original de gobierno.

La capacidad de análisis de López sobre su propio papel y situación es muy limitada, pues parece que no atiende a los signos que se revelan desde que cumplió su periodo de dos años en la alcaldía. Podría empezar por constatar que esta última amenaza no ha alcanzado la repercusión de otras veces anteriores, pues ya está instalado en el epígrafe de lo cansino. Los gestos de López han pasado a ser un elemento del paisaje y no sorprenden tanto como cuando irrumpió con aquella desenvoltura inusual en el espacio de la convivencia política, una cosa entre el populismo de taberna y el localismo de alpargata, bien es verdad que trufada de un cierto ingenio muy propio de los creadores de ‘memes’ y otras industrias interneteras.

¿CUÁNTOS GOBIERNOS? A efectos del interés público, hablar de que la alcaldesa interfiere en la actuación de las concejalías a cargo de representantes del MC es involuntariamente expresivo de una concepción arbitraria sobre la gobernación municipal. ¿Acaso considera que de una coalición de gobierno se desprenden tantos subgobiernos como partidos coaligados? ¿Cuántos gobiernos debe tener el ayuntamiento de Cartagena? Se supone que uno, y a quien le toca coordinarlo es, en este momento, a la alcaldesa ejerciente. No es que ésta se entrometa en el ejercicio de los concejales, sino que éstos han de reportarle a ella y seguir sus indicaciones en el marco de una política previamente consensuada entre las formaciones que integran el gobierno. Las quejas de López expresan su implícita concepción de un gobierno por parcelas, en el que cada grupo con capacidad ejecutiva vaya por su lado. Como si el gobierno fuera una caja de quesitos en vez de un queso compacto por muy trufado que tal queso esté de diversos sabores. Otra cosa es que cada grupo ‘venda’ públicamente las cuestiones que hayan conseguido introducir en el programa general, pero la acción de gobierno no puede ser dual. Y es lógico que la alcaldesa la controle, pues en otro caso dejaría de ser la alcaldesa.

La amenaza sobre la ruptura de la coalición de gobierno en Cartagena hace tiempo que dejó de ser noticia, pues es el mantra habitual de López casi desde el mismo momento en que cedió la alcaldía a Castejón. Que viene el lobo, dice cada dos por tres. Alguna vez será. Tendría que haber sido cuando la alcaldesa se lo puso en bandeja al destituirlo de sus funciones de vicealcalde, pero el gran líder del MC demostró entonces ser un líder cautivo de su propio invento, pues salir del gobierno municipal habría supuesto la pérdida del entramado de concejales, funcionarios y asesores que reciben soldadas del presupuesto municipal. Fuera del gobierno hace mucho frío, señala el tópico.

A la vista de la actitud de Castejón cuando recibe periódicamente esas amenazas diríase que le resbalan. Es más: la impresión es que la socialista anhela el momento en que se consumen. Puede suponerse que por varias razones: la principal es que la compañía de López es cada vez más molesta conforme el calendario avanza y se perciben los efluvios preelectorales de 2019. Otra es que en esa perspectiva, si López y los suyos dejaran de apoyar la política de Castejón, ésta podría empezar a ensayar acuerdos con otras fuerzas municipales en algo así como un entrenamiento para posibles coaliciones o acuerdos posteriores a las próximas elecciones. Es posible que la gestión de Castejón entrara en dificultades si perdiera el apoyo de MC, pero hay un temor que la alcaldesa, sin duda, no tiene: que MC pueda censurarla para formar gobierno con cualquier otro grupo. Esto es inconcebible. Y ahí se detecta otro error de López: no se ha dado cuenta de que su única ‘amiga’ en el pleno es Castejón. Y que será él quien rompa esa relación, pues ella no lo hará, aunque tampoco le preocupará que él lo haga, y hasta le puede producir alivio si lo acabara haciendo. Dice Castejón: «Me da risa el burofax que me ha enviado López». ¿Lo está provocando? ¿Le está diciendo «rompe ya de una vez, y no tantas de boquilla»? Cualquiera, menos López, diría que esto es así. Aviso a López, pues: sus amenazas a Castejón son probablemente un aliento para la socialista. Aunque no se cumplieran le permiten desmarcarse públicamente de su relación con un personaje que empieza a aparecer como políticamente tóxico.

ASPAVIENTOS Y DETERMINACIÓN. López es un político aspaventoso, pero sin sustancia. Ha gobernado dos años a su querida Cartagena sin que su querida Cartagena se haya percatado de gobernación, y ha empañado cualquier éxito posible de su gestión con su actitud estertórea. El histrionismo patriotero es flor de un día, pues tras su exhibición han de venir los hechos, los resultados, los éxitos; el victimismo, la queja y la exhibición de supuestos agravios suelen tener una intensa, aunque fugaz, proyección mediática, pero si no van seguidos de resultados de gestión provocan frustración. El aspaviento, en política, es en el fondo un onanismo, un espacio de confortabilidad para políticos mediocres e impotentes.

Mientras tanto, Castejón tiene algo que desde el principio ha sido percibido en la política local y regional: determinación. No se amilana. Es el contrapunto de López. Nada la aparta de sus objetivos y muestra fortaleza y seguridad sin necesidad de hacer puigdemonadas. Que López la haya advertido acerca de que se dirigirá a la dirección regional del PSOE y hasta la federal para que la metan en vereda es indicativo de que el del MC desconoce a su socia y al partido al que ésta pertenece. ¿Alguna iniciativa ridícula más?

PRODUCTO DE BARREIRO. Una de las reflexiones que López no se ha hecho es la referida a su propia situación. Acaso su éxito electoral de 2015, agrandado gracias a la estrategia en que lo envolvió Castejón para ampliar el suyo propio, le ha nublado, como digo, la capacidad de análisis. López no quiere saber que es un hijo político de la exalcaldesa del PP Pilar Barreiro. Ella lo parió a su pesar. Gracias a la oposición frontal a Barreiro y ayudado porque la popular pretendió revalidar un quinto mandato (lo impidió el hecho de que, aun ganando las elecciones, perdiera la mayoría absoluta) López se instaló en el poder con una manita de concejales, pero hasta ese momento su apoyo y financiación procedían de los enemigos de Barreiro, fundamentalmente empresarios que se veían desplazados de las oportunidades de negocio en el municipio por otros que supuestamente estaban en la órbita de la anterior alcaldesa. A López lo aupó el antipilarismo económico de Cartagena, y su función ya está cumplida. Barreiro se fue, no está ni se la espera y ni siquiera el PP cartagenero que germina es ya el mismo, por mucho que los concejales que perviven sean los de la lista que elaboró aquélla. Para mayor humillación, López ha resultado judicialmente imputado en un caso de supuesto favoritismo con tan solo dos años de ejercicio, frente a su antecesora, afectada por lo mismo, pero por actuaciones en el remate de sus veinte años de alcaldesa. Digamos que, a los efectos, López llevaba más prisa, dado que disponía de menos tiempo. Menudo justiciero.

Por tanto, el establecimiento cartagenero se ha recompuesto y busca nuevos espacios de confortabilidad. En ese contexto, López es ya una pieza extravagante, que va sola, sin estar aplicada a máquina alguna. En cierto modo, empieza a ser un peligro para los mismos que lo impulsaron, pues no sabe parar.

Esto no significa que la singularidad de López no haya propiciado un rescoldo electoral en Cartagena del que podría beneficiarse, sobre todo si las fuerzas políticas convencionales (y en ellas se incluyen Ciudadanos y Podemos, además del PP y del PSOE) no son capaces de recrear un esquema de normalización e ilusión. Parece claro que la pretensión de López ante 2019 es compatibilizar candidatura a la alcaldía de Cartagena y a la Asamblea Regional. Concejal, diputado y lo que caiga. Pero ante esa perspectiva, menos se entendería que rompiera su pacto con Castejón, pues esto lo desplazaría de los mecanismos de poder de que dispone en el Ayuntamiento y lo dejaría a la intemperie, en la actitud de volver a empezar. Y tampoco ganaría demasiado por el impacto y la repercusión del gesto político, pues romper por las razones que indica significaría que por intereses de su partido estaría dispuesto a dejar el Ayuntamiento en una situación de ingobernabilidad, lo cual no sería positivo para los ciudadanos de Cartagena, a los que una y otra vez se remite.

Tal vez como resultado de este análisis, que cualquiera puede hacer en lugar de López, quien en su indigencia política no se atreve a echar estos cálculos, pueda leerse la displicencia de Castejón al asegurar que le producen risa los amagos de López de dejarla plantada. Es obvio que si lo hace, él será el más perjudicado. En teoría, alcanzarían más efecto sus amenazas de ruptura que la ruptura misma, pero Castejón le tiene tomada la medida y ha conseguido que las amenazas le rindan tantos beneficios como podría producirle la consumación de las mismas.

El amateurismo político de López le lleva a pensar mientras conduce por la autopista que todos los que vienen en dirección contraria se han equivocado de dirección cuando la lógica elemental debiera hacerle reparar en tamaña curiosidad. Él sabrá.