La cuestión de los despidos, con su tres variantes de nulo (cuando existe vulneración de un derecho fundamental), improcedente o procedente, da mucho de sí y a veces no es fácil determinar con certeza lo adecuado. Si se trata de un despido objetivo donde la prueba consiste esencialmente en demostrar la falta de medios económicos de la empresa o las razones productivas o de organización siempre es complicado. Más fácil, por el contrario, son los despidos disciplinarios, pues basta con que se pruebe que faltó injustificadamente al trabajo, insulto a un superior o a un igual, se negó a cumplir las órdenes legales empresariales, o simplemente se quedó durmiendo en su puesto de trabajo cuando tenía encomendadas funciones de vigilancia, por ejemplo. Aún recuerdo aquella solicitud de despido improcedente de una pareja del mismo sexo que, tras su pelea sentimental, uno de ellos abandonó el domicilio compartido hasta entonces y demandó al otro por despido improcedente porque lo había tenido como empleado de hogar sin darle de alta en la Seguridad Social el tiempo de convivencia amorosa.

Pero lo más 'in', lo último de lo último, es que un monaguillo demande a la iglesia y al párroco de la misma, en Alcalá de Guadaira (Sevilla) por despido nulo. La razón es que considera que su despido fue una represalia por desvelar el monaguillo que el párroco mantenía una relación sentimental y amorosa con una de sus feligresas, a la sazón catequista (si es que el roce hace el cariño). El sacristán, con una dilatada vida laboral, puesto que había trabajado con anterioridad para tres parroquias distintas, durante más de catorce años, contrató un detective privado (cuánta maldad y qué costumbre tan fea) para demostrar, y parece ser que lo consiguió, que su párroco mantenía esa relación de amor. ¿Cuándo llegará para los curas la posibilidad de casarse?

El temita, además de morbosillo, es complicadillo y lioso, pues las cuestiones de faldas suelen serlo y más en este caso, en que lo que está en juego es una sotana. No siempre que se remanga una sotana sale bien, yo diría que casi siempre sale mal, salvo que exista un amor de verdad, y no solo un morbo o una curiosidad, o por qué no, simplemente un reto. En el caso de autos, fue el Consejo Parroquial el que instó al párroco de marras a despedir al sacristán supercotilla. Lo argumentado en la carta de despido fue que incumplía con sus obligaciones laborales, entre otras la de abrir la puerta de la iglesia en tiempo y forma, lo que había provocado un descontento general entre los feligreses de la parroquia, lo que justificaba sobradamente ponerlo de campanillas en la calle.

Pero lo cierto es que no fue probado nada de eso, ni tampoco que robara los cepillos o se bebiera el vino de consagrar, y ni siquiera quedó acreditado que fuera él quien divulgó el affaire del párroco. En consecuencia, el juez o jueza de lo laboral de turno declaró improcedente el despido del sacristán. Y ahora deberá ser indemnizado o readmitido como sacristán otra vez. Pero éwl dice que no está conforme con la sentencia y, al parecer, quiere recurrir al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía para que se declare que el despido no solo fue improcedente sino nulo porque si lo pusieron con su sotanilla blanca y corta en la calle fue por una represalia a su presuntamente cotilleo amoroso de su párroco.

Si es que la... no tiene enmienda. Y el chismorreo, menos.