El metano que sube a la atmósfera procedente de las flatulencias de las vacas y otros animales llegó a preocupar antaño, ya que contribuían a elevar los gases de efecto invernadero de la Tierra con las consecuencias que ello conlleva para la salud de las personas y de otros seres vivos. Esta pasada semana la capital de la Región vivió un repunte de contaminación atmosférica y hay que aclarar, en este punto, que las vacas no tienen la culpa habida cuenta de la poca cantidad de estos rumiantes que hay en las distintas granjas de cría de animales de Murcia, un municipio que no se caracteriza precisamente por ser productora de leche ni de productos lácteos.

Está claro que la mayor fuente de contaminación en la capital es el tráfico de vehículos que, lejos de pacificarse en los últimos años, se ha incrementado incluso más allá de lo previsible y a pesar de que se ha construido alguna que otra infraestructura para el uso de transportes alternativos. Y ahí está el problema, que cuenta con dos patas. Una de ellas es la administración que ha intentado varias veces tirar hacia adelante y cambiar el modelo de movilidad de Murcia sin conseguirlo. Casi llega ya a nivel de utopía pensar en una ciudad donde la bici y el transporte colectivo le hayan ganado la partida al coche privado y donde las fuentes de energía distintas a la eléctrica en los procesos de producción y en los edificios domésticos sean lo común y lo habitual.

La segunda pata, sin duda, es la falta de compromiso por parte de los ciudadanos, que no han asumido que en cada gesto de su vida diaria puede haber un pequeño paso que sirva para reducir la contaminación. Las personas viven alejadas de estos problemas de contaminación creyendo aún en su inmensa mayoría que son las industrias las mayores fuentes de suciedad del aire que respiramos. Los estudios científicos realizados sobre el tema han indicado que no la actividad industrial no supone ni el 35% de la contaminación, siendo el principal factor la actividad humana individual.

El ayuntamiento de Murcia ha hecho un llamamiento a los ciudadanos para que reduzcan el uso del vehículo privado, una petición que previsiblemente no llegue a tenerse muy en cuenta. Para que se produzca realmente una disminución del tráfico hay que llevar a cabo iniciativas a corto, medio y largo plazo. Estaría bien como primer paso dotar de más carriles bici el municipio (y que sean seguros y con itinerarios realistas) y aumentar el número de autobuses y la conexión con transporte público de todo el territorio. Tampoco estaría mal peatonalizar más calles y hacer acupuntura en algunas pedanías, sobre todo, en aquellas que ya sufren atascos y un tráfico infernal para las dimensiones de sus calles, que parecen la Gran Vía de Murcia por el elevado trasiego de automóviles.

Se podría hacer otras medidas más drásticas, llevadas ya a cabo por otros municipios de España y de la UE, como impedir el tráfico de coches dependiendo de las matrículas o hacer puentes y calles solo para bicis, restando espacio y arrinconando la automoción. Se podría, pero en Murcia no hay valentía para ello.

Por nadie pase.