Presentado el viernes en el Real Casino de Murcia, El estuario rojo, último libro de Gabriela Amorós Seller, pintora y poeta, podemos reivindicar para ella que su cultura visual y su metáfora poética proceden del mismo aparataje intelectual, el mito como símbolo de vitalidad clásica y también vanguardista. Y esto es lo que se advertía ya en aquel otro libro anterior, La fragua cero, de hace unos años.

Así, la clasicidad de su imaginario en el dibujo y la metáfora, enriquecida por la intertextualidad de sus trabajos, por su modelo onírico ekfrástico ( ut pictura poesis o dibujo y poesía, en su caso), desaparecen hasta en su propia sintaxis para dejar paso a una sentimentalidad que se apoya en símbolos clásicos revestidos por la palabra y la imaginación de su poder poético. Según Justo Sotelo, en la poética de Gabriela Amorós «el cuerpo es renombrado y adorado o mejor dicho, exaltado en el plano de la belleza poética. Cada miembro, cada órgano cobra sentido y se eleva en un plano de sensibilidad al igual que su propio alma. La belleza la aprecia dentro de un contexto antropológico y existencialista donde el hombre es bello, unido en un cuerpo y en alma, capaz de trascender lo más profundo del universo». Este sería el estuario que conforma la poética de Amorós, la unidad del cuerpo y el alma en ese depósito cultural que es la mujer mitológica de su obra, la comparativa versión de sus materiales y sus códigos en 'arte y literatura'.

Por todo ello, la consideración del encuentro de artes en la poeta derivan hacia un metatexto de procedencia inicial clásico que reúne las condiciones de metáfora global de una vanguardia como sello identificativo de esa intertextualidad onírica que nos hace sentir la autora.

El libro de poemas, El estuario rojo, es así un lugar ilustrado por la autora. Y no sabríamos indicar con certeza si son los dibujos los que identifican su lumbre poética o la poesía la que recoge la ilustración como hubieran hecho los clásicos del dibujo, porque ella lo es.

Un amigo dice que cuando se presenta un libro de poemas se recoge en el ambiente donde se hace una fiesta íntima, pero en la presentación del libro de nuestra poeta pudimos entender que se establecía, poco a poco, un diálogo entre autora y público, una emoción compensadora y cierta, en la vuelta a la tradición de una lectura poética glosada por la belleza de unos dibujos que eran el símbolo de la tarde, la recreación de unos símbolos, también de su escritura lírica, que ya estaban en ese espacio, como ese 'mundo en miniatura' que decía Leonardo y que ella rememora en el frontispicio de su obra: «El cuerpo de la Tierra con incontables venas de agua».

Valles, espumas, hierba, luz, cuerpo y alma; altísima ceniza y piel tatuada por el tiempo y la vida; abismos, viento y lluvia. Así es el mundo que glosa en su interior Gabriela Amorós. Sigamos: el alma y la materia confluyendo en estuario; destellos fuera del rayo, dolor de huesos y agujeros infinitos; espirales femeninos, cuerpos desnudos, símbolos y mitos en el encuentro final del estuario, y amor, amor de grietas y palabras. Pájaros que mueren secretamente escritos, horizonte de plumas, ríos; partituras, escritos, ceremonias de vida y de huesos. Un contar infinito de palabras. Y ponemos el acento en el silencio, como un cuenco, de una poeta.

Y el triunfo de la poesía, como una puesta en escena radicalmente bella, llena de sonoridad aún, a veces, sin aparente sintaxis, verdaderamente inquietante, como esos dibujos eternos y simbólicos que llenan de palabras la luz. Y Orfeo, Venus y Cupido, hombre y mujer hacia la vendimia poética.

Gabriela presiente un reino que es como su dogma de fe. Dioses sangrando como catástrofes razonables, poesía y latigazos de la vida junto al estuario de la verdad; olas, piel y rocas. De otra manera la poesía a borbotones, la poesía última en el dibujo y en la letra de una intertextualidad sin formatear del todo. Felicidades por esa ékfrasis resultante de la verdad de la poeta Gabriela Amorós Seller, que es como su propia vida, dibujada y escrita, tal cual, en todo su esplendor; en cuerpo y alma, desembocando en el estuario de una poética.