Nunca me ha gustado mucho el cuento de «que viene el lobo», pero encuentro que presenta ciertas similitudes con la situación actual que vivimos en relación con la grave sequía del Levante español (ya casi endémica de esta región) y, desafortunadamente también ahora, la sequía que sufre el resto del país.

Hace años que la comunidad científica nos avisa de los efectos del cambio climático. Hace años que los expertos señalan el agua como uno de los inputs esenciales más amenazados (contaminación, uso ineficiente, desigual distribución, recurso muy limitado en su oferta a las fuentes existentes, etc.) muy especialmente en regiones como la nuestra, donde padecemos un déficit estructural crónico que no hace sino que agravarse en situaciones climatológicas tan adversas como las que estamos viviendo desde hace un tiempo. Y, sin embargo, llegado este momento, nos encontramos con que ´el lobo´ nos ha ´pillado por sorpresa. Y es este factor sorpresa el que nos obliga a tomar decisiones mucho más dolorosas de lo previsto. La sequía, al igual que el lobo, es un factor frente al que sólo podemos y debemos estar preparados pues, cuanto mayor sea nuestra preparación, mejores y más eficientes mecanismos de respuesta vamos a encontrar. Por el contrario, si nos sorprende, no podremos nada más que aplicar medidas limitadas y reactivas.

No creo, en este caso, que, al menos en lo que al Levante se refiere, tachásemos de mentirosos a aquellos que nos avisaban de los peligros. Creo, por el contrario, que sí se han hecho grandes ejercicios de preparación (baste citar como ejemplo en materia de depuración y reutilización de aguas depuradas o de modernización de regadíos) pero nos han faltado grandes dosis de planificación y de coordinación interterritorial y nacional. Y es ese ahora nuestro gran reto instrumentado a través del Pacto Nacional de Agua con el que esperamos se dé un respaldo legal sólido a la planificación en materia hidrológica, estableciendo un marco institucional estable y que permita la consecución de los objetivos de garantía de suministro, ponderando el crecimiento económico y el bienestar de los ciudadanos con la protección adecuada del medio ambiente a medio y largo plazo.

No importa si finalmente dicho pacto llega en plena época de sequía (aunque lo deseable hubiera sido tenerlo antes de tener que hacer frente a la misma para estar dotados de mejores y más eficientes mecanismos para atenuar sus consecuencias), pero sí que llegue fruto de un amplio consenso político y social, muy especialmente de aquellos sectores particularmente implicados. Es primordial que sea un instrumento robusto con vocación de permanencia en el tiempo. Un marco estable en el que nos sintamos medianamente cómodos todos, pues seguro que no satisface al cien por cien a ninguno de los implicados pero eso será prueba de que no es un ´traje a medida´ de nadie. Ser fruto de un consenso significa que no es impuesto por una mayoría a una minoría que disiente, ni tampoco implica un consentimiento activo por parte de todos, sino que supone más bien su aceptación por parte de un amplio espectro de la sociedad.

Otro de los grandes ejes sobre el que debemos trabajar y en el que también se hace visible esa falta de previsión son las infraestructuras hidráulicas. No parece razonable que tras varios años de sequía meteorológica (escasez de las precipitaciones) unida ahora a una sequía hidrológica (escasez de los volúmenes embalsados), aún haya trabajo por hacer en materia de permisos y autorizaciones, etc, para, por ejemplo, que las desaladoras trabajen al máximo de su capacidad. Debemos tener preparadas nuestras infraestructuras para interconectarse entre ellas, tener más capacidad de embalse, mejorar su eficiencia energética (creo que se deben seguir explorando las vías de uso de la energía solar).

Entiendo también que debemos incorporar esta planificación hidráulica en la hoja de ruta de la planificación energética pues se hayan íntimamente relacionadas, baste con citar el incremento de precios sufrido en la energía eléctrica derivado de los efectos de la sequía. Nos encontramos, pues, ante un gran desafío para el que parece que llegamos tarde y ´regularmente´ preparados. Aun así, estoy segura de que juntos venceremos al ´lobo´. Quizás por eso nunca me gustó el cuento.