No se preocupen. No voy a hacer una reseña de aquella obra de Martín Vigil al que muchas y muchos leímos en nuestra adolescencia. Aunque, con seguridad, la situación social y política en que vivimos hoy podría dar para una novela de igual título.

Nos han tenido meses y meses distraídos con el procés, ese ensayo de independencia de Cataluña llevado a término de forma totalmente irresponsable y del que sus actores opinan ahora que no ha fructificado porque no estaban preparados. ¡Acabáramos! Tanto sufrimiento por parte de muchas y muchos catalanes, tanta ansiedad en la sociedad, tanta fractura social, en Cataluña y en el resto de España? ¿para qué? Lo peor del mismo: el engaño al que los ´dirigentes´ independentistas han sometido a su pueblo. Ese mismo pueblo que, ingenuamente, como yo, pensaba que con sus movilizaciones estaba contribuyendo a la fractura del régimen del 78. Antes al contrario, hemos visto que no: las huestes del Ibex35 han dispuesto sus peones de brega, a saber, los medios de comunicación domesticados y las empresas generadoras de opinión, para apaciguar los ánimos y consolidar una suerte de nuevo bipartidismo (quién sabe si con Ciudadanos como socio emergente y privilegiado) que apuntale ese régimen del 78 que creíamos renqueante.

Y, en medio de este panorama, durante estos meses en que nos han tenido distraídos con el culebrón del procés, han seguido silenciándonos cosas. La corrupción, por ejemplo. Que no es moco de pavo. Pero cuando a los medios de comunicación-manipulación-persuasión (apaciguada en parte la tormenta catalana por mor de un artículo 155 que, junto al engaño del proceso independentista, parece haber obrado en la sociedad, de aquí y de allí, un efecto anestesiante) les ha convenido, han regresado al monotema de la corrupción.

Motivos no faltan para recordarnos que esa gangrena incrustada en nuestro sistema (sólo formalmente) democrático merece un tratamiento cotidiano. Pero, con excepción de unos cuantos medios independientes, casi todos digitales y de sobra conocidos, falta valentía en general en la prensa para llamar a las cosas por su nombre. En España (y no lo digo yo, lo ha afirmado el instructor de la UDEF) nos gobierna una organización política cuyo fin es delinquir. Seamos claros: una organización de tal tipo y con tales fines no puede sino ser tildada de ´criminal´.

Pero esa palabra, por su dureza, se omite habitualmente. Es sabido que una de las formas de desinformar se ejerce a través de la manipulación por el lenguaje. Como cuando, eufemísticamente, se denomina ´financiación´ irregular de los partidos al hecho de coger el sobre con la mano izquierda al tiempo que la derecha sigue agitando al viento la bandera de España. Más propiamente, a esa forma de ´financiarse´ el PP todos sabemos que deberíamos llamarla ´extorsión´ o ´actividad mafiosa´.

En estos momentos está a punto de sustanciarse la sentencia del caso Gürtel por la caja B del PP, tras la constitución hace meses en las Cortes de sendas comisiones de investigación sobre la corrupción. Una, la del Congreso, auspiciada por la oposición, y otra en el Senado. Adivinen quién impulsó esta última. ¡Premio! El Partido Popular. Porque sabe que en la Cámara Alta tiene mayoría absoluta que le permitiría airear, como así viene haciendo con la inestimable ayuda de los voceros del régimen, asuntos como la financiación de Irán y Venezuela a Podemos, tema recurrente donde los haya.

Ante tal cúmulo de tropelías, hablemos de nuevo claro: estamos en manos del Gobierno más corrupto de Europa. Actúa con impunidad merced al control de una judicatura pusilánime (Montesquieu est mort) y de un fiscal general del Estado (perdón, del Gobierno) siempre afín. Y a quienes se salgan del guión, garrotazo y tentesieso.

Pongamos que hablo de Madrid. Veamos. Según datos de Cinco Días, Jaén es el municipio más endeudado de España de entre los mayores de 100.000 habitantes, con una deuda por habitante de 3.493 euros, más del doble que la de Madrid, que es de 1.517 euros. Pero, ¿a quién se le aplica el artículo 135 CE, ese que fue reformado un verano con nocturnidad y alevosía? ¡Premio, de nuevo: a Madrid! Y con amenazas de intervenir también las cuentas del ayuntamiento de Cádiz. ¿Por qué será? Echen un vistazo a la composición de esas corporaciones municipales. El artículo 135 se ha constituido en una espada de Damocles contra las políticas de izquierdas en los Ayuntamientos, precisamente las instituciones más próximas a la ciudadanía.

Con este panorama, con unos partidos de izquierda algo debilitados (así lo quieren ellos, razón por la que las encuestas empiezan ya a echar humo), la represión puede empezar a ejercerse sobre los colectivos sociales en lucha. Y un claro ejemplo lo tenemos en Murcia. Se aprestan a frenar con dureza, si hiciera falta (Paco Bernabé dixit), la actitud de rebeldía consciente, digna de encomio, del vecindario de los barrios del sur de Murcia, que hacen bien de no fiarse de las promesas siempre incumplidas de unos gobernantes que ven en la obra pública un medio de lucrarse y de llenarse los bolsillos. El anuncio de que parte de los efectivos policiales de Cataluña va a recalar aquí, junto con las amenazas más que veladas de cierto diputado del PP y las del propio delegado del Gobierno, no auguran nada bueno.

Decididamente, se respira cierto olor a podrido.