Los Chichos, vaya por delante, son leyenda. Tanto, que me produce hasta pudor traerlos por aquí. Quiero ser libre, Ni más ni menos, La historia de Juan Castillo, El Vaquilla... Son la banda sonora de mi infancia en el Polígono de la Paz, claro, pero también de la tuya si naciste en los setenta. Sin promoción, sin figurar en las listas de ventas, sin aparecer apenas por radios y televisiones («Es que son demasiado gitanos», alegaban), el trío del Pozo del Tío Raimundo logró colocar veintidós millones de discos en las guanteras del país, en una época en la que igual pensabas que todo el mundo estaba escuchando canción protesta. Sitúate. Visualízalos. Los hermanos Julio y Emilio, uno a cada lado, y en el centro el genio, el Jeros, el de enmedio de los Chichos con quien soñaban los Estopa. Recorriendo en un mal 124 los polígonos del país (más de doscientos bolos al año, dicen), tocando gratis en las cárceles. Mi respeto eterno.

La leyenda, como suele ocurrir, devino pesadilla. Determinadas sustancias entraron en la vida del grupo, así como orgullos heridos, suspicacias. Se separaron en 1990. La carrera en solitario del Jeros no fue la bomba esperada, y una serie de pérdidas de personas cercanas por culpa de la droga minaron al genio, que acabó con todo en el 95. Por entonces, tampoco los hermanos González Gabarre estaban en su mejor momento con la formación, que entra en una fase de ´respiración asistida´ (tocando sus viejos éxitos en galas, homenajes, giras de aniversario) que dura hasta hoy.

¿Y quién hace, entonces, de ´el de enmedio de Los Chichos´? Depende. Unas veces es el hijo de Emilio, otras el propio Emilio (el de la derecha, de los Chichos), a quien la edad ha convertido en un hombre voluminoso. Sin embargo, es al Jeros a quien todo el mundo quiere escuchar, el autor de los temocotrones. Tienen algo de necrofilia, esos shows. Oyes la canción, Quiero ser libre, por ejemplo, pero quien la canta ya no es quien la escribió, encerrado en los calabozos de la dirección general de Seguridad de la Puerta del Sol, una noche de hace más de cuatro décadas.

Y ahora viene cuando yo descarrilo («hazte así, que llevas una alegoría») y confieso que a mí también se me aparece en sueños, el del centro de los Chichos, y el de la derecha, y el otro, y entre la nostalgia y la pena me da por verlos como una metáfora, del Régimen del 78, y también de su regeneración. Porque ¿quién habla ahora en nombre del del centro de los Chichos? ¿No será el de la derecha? ¿Por qué ahora tienen tan claro, los partidos setentayochescos, que hardcoradas como el 155 o la persecución judicial masiva por motivos políticos (desde invitar a votar en un referéndum simbólico a cargar las tintas por twitter), son lo moderado y fetén? ¿Y estrangular la educación pública para lucro de la concertada? ¿El TTIP, el CETA, el 135? ¿Cómo pueden defenderse esos disparates, desde la sección central de Los Chichos? ¿No será que Los Chi-setentayo-chos no tienen centro, sino alguien (casi un espiritista) que dice serlo, desde la derecha neoliberal?

Oquei, oquei, ya la pillamos, la alegoría. Pero oye, ¿y el de la izquierda, de Los Chichos?

Gran bajista. Y mejor persona.