El contenido de esta columna me ofrece un sentimiento especial de satisfacción. Unas decenas de descendientes del matrimonio murciano entre don Mariano Bo y doña Josefa Nicolás, se han reunido en una comida familiar. La pareja tuvo diez hijos, cinco hombres y otras tantas mujeres. El evento privado, que ellos mismos han hecho público con alegría (ver pag. 20 de nuestro periódico del domingo, 19 del presente mes) guarda un trasfondo cultural que yo considero importante. Don Mariano Bo (lo he escrito y contado muchas veces con pretendido rigor especialista de nuestra historia cinematográfica) fue pionero del cine en Murcia cuando, vecino de la plaza de San Julián murciana, donde tenía su negocio, primero de fontanería, después de placas metálicas, sellos y matrículas, adquirió en los años 20 una cámara de cine de 9,5 mm Pathé Baby en el vecino comercio de Los Catalanes, y con ella rodó una serie de acontecimientos murcianos en aquellas fechas y posteriores, consistiendo hoy en día, gracias al autor y a sus generosos descendientes, un patrimonio fundamental que se guarda primorosamente en los archivos de la Filmoteca Regional Francisco Rabal, de Murcia. A esta colección de filmes se añade, también en los fondos de la institución, las obras de Juan y José María Bo. Todo ello es historia conocida y valorada.

Con este material la Filmoteca editó, hace unos meses, un DVD con la obra completa de don Mariano Bo, gracias a la colaboración y desinteresado espíritu de su nieto Juan Elías Bo y del resto de la familia.

Los avatares de la vida, los desencuentros a veces inevitables, más cuando de familias numerosas se trata, los malos entendidos otras veces, han llevado a esta familia magnífica a echar en falta reuniones como la que ahora han realizado felizmente, en la que han participado parte de los cuarenta nietos del árbol genealógico.

En esta comida se ha repartido entre todos ellos el DVD del abuelo, cerrando el círculo de una necesidad fraternal. Es una trascendencia silenciosa la que encuentro en el acontecimiento. La puesta al día de la ilusión y la avidez encandilada de aquella vocación del autor de unas imágenes bellísimas, la Murcia de 1929 y siguientes años. Una recuperación con todo el vértigo encima, son pretérito impetuoso, cargada hasta la más visible sorpresa.

Los Bo trabajaron el cine sin ayudas económicas, por su cuenta y afición. Conservaron filmes y aparatos técnicos (un museo del 9,5mm) y lo cedieron a Murcia. Conducta ejemplar e impecable, con delirante empeño de perpetuidad en la figura del cabeza de familia.

Hoy esta comida familiar se convierte en una crónica particular de nuestra cultura. Mis amigos Lola y Juan Elías Bo, brillan en mi agradecimiento personal. Ellos han hecho apéndice de una nueva singladura histórica del cine de Murcia. Las imágenes de aquella ciudad y sus fiestas (también parte de sus tragedias y acontecer cotidiano) quedan «como al abrigo de la nostalgia del sol en los tejados», que escribiera un día mi querido Eduardo Carrasco.