Siempre defendí el servicio militar obligatorio, para servir al Rey, por conciliar el ardor guerrero con la armonía y la autonomía, para practicar humildad y obediencia, para instruirse en el orden cerrado, uno entre mil, para enfrentarse a un mundo exótico, a veces hostil, alternar con gente desconocida sin que sobrevuelen papá y mamá, para trabajar sin ganar dinero, para saber perder el tiempo sin mengua y hacerse olvidar, para sentirse parte de España, para sentir España. Hoy la mili son los Erasmus, también importantes, la Universidad sustituyó al Ejército; antes servíamos a ambas instituciones y a la Iglesia. La lanza, la pluma y la cruz. En salir de casa está la clave: El Ferral, Afganistán, Etiopía, zambullirse en el Ganges o recorrer el Camino de Santiago para presentar armas al Hijo del Trueno. Sacar de aquí a los paletos, a ver si así.