El que no arriesga no gana; el que no lo intenta no lo consigue; si te caes siete veces te levantas ocho€, y miles de frases más que todos los días vemos en las redes sociales o en publicidad, o te las dice tu amigo cuando te ve con el ánimo por los pies. Pero en el mismo instante de estar hundido, sumido en dificultades, de pasar curva tras curva por un laberinto emocional, estas frases sirven de poco.

Lo hacemos con la mejor de las intenciones. Nos vienen a la cabeza porque nos han contado que son ciertas, porque nosotros mismos las hemos experimentado y porque las hemos visto reflejadas en muchísimas personas. Así es. Sin embargo, cuando estás atrapado en aguas movedizas, cuando la tormenta la tienes encima, y cuando no ves salida ni luz que puedan avistar tus ojos, tienen un impacto contrario al que queremos.

En más de una ocasión he comentado que la motivación necesaria para el día a día no es que te pongan un vídeo o que te den una charla inspiradora; la motivación es algo más, es contestarte a preguntas, es conocerte en profundidad, es confiar en tus decisiones, es proponerte objetivos, es crecer cada día, es aprender lo que está bien y desaprender lo que está mal, es pisar firme cada día€

Y esto no funciona de un día para otro. De veras que los milagros no tienen cabida en la urgencia ni en la impaciencia. Primero tienes que darte cuenta de que tienes que saltar de donde estás, porque si te quedas no va a ser nada bueno para ti. Ese instante es el primer paso que tiene que empujarte hacia esa luz que deseas y que sí podrás ver de cerca más pronto que tarde.

Una vez que vayas alcanzando tus propias metas, sí que le verás sentido al empuje de esas frases motivadoras. Ahora sí, cuando ya has saltado y has abandonado todo lo que te perjudicaba, notarás el significado de ellas en tu propio ser.