Cuando se habla de planificación de infraestructuras uno tiene que tener claras algunas ideas, la más importante de todas es pensar globalmente. Una vez que eso esta claro lo mejor es ir atando cabo y valorando posibilidades para llegar a las soluciones más acertadas.

En Murcia, sin embargo, el método es el opuesto y, claro, una vez tomadas determinadas decisiones se debe ajustar el resto y el resultado es nefasto. Así ha sucedido con la decisión de ubicar la ZAL (Zona de Actividades Logísticas) de la Región de Murcia (no caben dos en una región uniprovincial, como no caben dos aeropuertos civiles) justo al lado de un aeródromo militar al que tienen que respetar su servidumbre aérea y que obliga, además, a circular las mercancías por el centro de dos ciudades, Murcia y Alcantarilla, en contra de la voluntad expresada en sus respectivos plenos municipales.

No acaba ahí el disparate. Si uno lee con atención el calculo de alternativas que precede a la decisión observa, entre asustado y estupefacto, que no se valoró una posible ubicación en Cartagena, lo que teniendo en cuenta que es el puerto de la Región, y que en el caso de una de las posibles ubicaciones es terreno público, las posibilidades de que en el cómputo hubiera sido la elegida es ya apabullante. No fue así, como tampoco parece que las alegaciones hayan servido ni para contestarlas, hasta donde yo sé, ni para re-evaluar la toma de decisiones, lo que no dice mucho del concepto de participación pública, pues la planificación de la ZAL de Murcia, que no de la Región, sigue viento en popa con los problemas que ello conlleva para las ciudades de Murcia y Alcantarilla, al abandonar una solución que incluso se había planeado en algunos documentos de trabajo y en alguna declaración de impacto medioambiental, la circunvalación de mercancías ferroviarias para ambas ciudades.

Solución que evitaría un cuello de botella que va a ahogar el desarrollo no solo de la Región de Murcia sino el propio Corredor Mediterráneo, de ahí que todos los lobbies se hayan levantado en contra, sin que, por otra parte, el Gobierno regional se haya dado por enterado, pues la hoja de ruta marcada en el convenio por el exconsejero Bernabé y el alcalde Ballesta esta bastante clara.

No se hagan líos ni sigan consignas políticas; lo importante no es dónde van los trenes, que siempre llegan, sino dónde ponemos las vías que los hacen llegar. Baste una anécdota. Cuentan las abuelas que en el XIX un arriero cacique, con cierta maña y poder, logró que la estación de Puerto Lumbreras estuviera lejos de la ciudad, pues su intención era seguir haciendo dinero con los portes al pueblo que el nuevo medio de transporte le haría perder y así se convirtió en un hombre tan rico que pronto abandonó aquel negocio dejando al pueblo a su suerte, que hasta hoy soporta la lejanía de la estación.

El cuento, que como todos los mitos tiene poco de historia pero algo de didáctica, nos viene a decir algo muy importante: la planificación de infraestructuras debe ser pensada globalmente y acorde con las necesidades internacionales de una Región, no de una ciudad, un acalde o un consejero y por ello deben estar abiertas a la participación. No se entiende la ubicación de la ZAL de la Región de Murcia: lejana del puerto de Cartagena, sometida a las necesidades de servidumbre de un aeródromo militar, y obligando a ahogar en su paso por el centro de las ciudades de Murcia y Alcantarilla a un Corredor que es el futuro de esta Región. Como tampoco se comprende, seamos serios, el escaso debate sobre este tema, o que los Ayuntamientos de la comarca de Cartagena no se hayan levantado a explicarle al Gobierno regional que así ni se hace Región ni se hacen las cosas.

Seamos serios: la ZAL en Murcia capital significa ahogar en un cuello de botella el Corredor Mediterráneo haciendo que éste no alcance sus máximo desarrollo. Para qué nos servirán los trenes si las vías no serán de máxima capacidad. Para inutilizar nuestra posición geográfica entre el Levante y Andalucía ante un Corredor Central que acaba de despegar y al que no tendremos conexión por la falta de inversión en el desdoble y electrificación de Camarillas. Para nada habrán servido entonces tantas reuniones de empresarios y tantos golpes en el pecho, pues roto el valor geográfico y colapsadas las vías, las empresas de logística empezarán a mudarse y las multinacionales como El Pozo, con querencia a su Alhama natal, comenzarán a valorar la deslocalización como solución. Es la economía, estúpido que diría Bill Clinton.

Mientras, es muy posible que Bernabé y otros tantos sigan insuflando los ánimos, pues su intención es que con tanto AVE, nadie hable de lo que verdaderamente importa, las vías, que, una vez puestas, se quedarán para siempre y serán inamovibles.