El conflicto catalán se ha convertido ya en un grave problema no sólo español sino europeo. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, lo ha oficializado al advertir en Salamanca (donde fue investido doctor honoris causa) sobre «el veneno del nacionalismo». Por otra parte el conflicto es ya la segunda preocupación de los españoles (29%), tras el paro y delante incluso que la corrupción. Y el Banco de España y los servicios de estudios más solventes señalan que la prolongación de la crisis catalana disminuiría de forma sensible el crecimiento del PIB en los dos próximos años y conllevaría una menor creación de empleo, lo que ahora está cimentando la recuperación económica y suavizando el malestar social de los años de crisis económica.

El conflicto puede tener consecuencias más graves en Cataluña. El paro en octubre ya ha crecido el doble que en la media española, las empresas (y no sólo las grandes) siguen trasladando su sede social y los analistas económicos no descartan que, si las cosas no se arreglan, Cataluña entre en recesión económica.

¿Es posible salir de este endiablado laberinto? Sería muy complicado, pero hoy las cosas están algo menos mal (luego mejor) que la semana pasada. Por varios motivos.

1. EL TRIBUNAL SUPREMO.

El primero es la decisión del Tribunal Supremo de no dictar prisión incondicional para la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, y los otros miembros de la mesa. Como lo previsible es que el Supremo se declare competente para todas las causas abiertas por este motivo (tanto en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña como en la Audiencia Nacional), lo más probable es que el juez instructor del Supremo, Pablo Llanera, acabe aplicando a los consellers presos un criterio similar y que Oriol Junqueras, el líder de ERC, pueda salir de la cárcel y hacer campaña electoral en libertad.

Sería un paso relevante para evitar el esperpento de una campaña en la que el candidato del partido al que las encuestas señalan como la minoría más importante (o sea el ganador) hiciera campaña privado de libertad.

2. EL FRACASO DEL INDEPENDENTISMO.

Estaríamos así en un principio de normalización. Y el independentismo (sin tener una debacle electoral que ninguna encuesta hoy por hoy prevé) podría salir algo perjudicado. En primer lugar, porque es casi seguro que tenga que concurrir en tres listas separadas: la de ERC, la de las CUP, que no es seguro que se presenten, y la del PDeCAT, la antigua CDC, en la que hay un lío monumental y en la que no se sabe ni quién será el que la encabece. Lo más probable es que sea el propio Puigdemont si renuncia a su idea, hoy imposible, de lista unitaria.

También, en segundo lugar, porque se ha demostrado que el programa independentista ha fracasado. Rajoy ha aplicado el 155, Cataluña no está como siempre pero sigue funcionado y la propia Forcadell tuvo que declarar ante el Supremo que acepta el 155 y restar importancia a la declaración de independencia, que calificó de simbólica. Además, la huelga general del jueves, convocada por un sindicato minoritario y la ANC, tuvo muy escaso seguimiento en las fábricas y el comercio (no así en las escuelas) aunque los comités de defensa de la república cortaron carreteras e incluso las líneas del AVE. Y esta radicalización no gusta a muchos catalanes.

Además, un simple desplazamiento del 2% de los electores podría hacer perder a las tres fuerzas independentistas (ERC, PDeCAT y las CUP) su actual mayoría en el Parlamento. Sin olvidar que no es seguro que quieran repetir su alianza con la independencia como programa mínimo. Si Junqueras llega en primera posición necesitará pactos (quizás con partidos no independentistas) y lo lógico es que no quiera enfrentarse a otro 155 y ser presidente sólo unos pocos meses. ¿Es posible que la independencia pase (para ERC o el PDeCAT) de ser el programa mínimo (para mañana) al programa máximo (para un futuro indeterminado), en el bien entendido de que los programas máximos son siempre inalcanzables?

Pero tampoco se puede descartar (cada día será más evidente que el independentismo ha fracasado), en especial si Rajoy no aplica el 155 con radicalidad y como consecuencia la indignación y la protesta no pueden sustituir a la independencia como arma electoral de los secesionistas, que el independentismo quede más lejos de lo previsto de la mayoría absoluta.

Las encuestas detectan una caída de las CUP y un avance (significativo pero nada espectacular) tanto de Cs como del PSC de Miquel Iceta. Y ello podría dar origen a nuevas mayorías, o de alternativa total al independentismo (difícil) o transversales (de partidos no independentistas y de otros que lo pusieran entre paréntesis). En este sentido hay que prestar atención a la candidatura de Miquel Iceta que el jueves se presentó en el Colegio de Abogados como el candidato no sólo del PSC sino también del catalanismo pragmático, que siempre ha reclamado más autogobierno para Cataluña pero que nunca ha sido independentista.

Entre el independentismo y el statu quo, Iceta quiere ser el candidato de la tercera vía: más autogobierno dentro de España. Y ha dado pasos de entidad para ser, al mismo tiempo, el candidato del PSC y el del catalanismo pragmático. El primero ha sido abrir la lista del PSC en puestos de salida a políticos democristianos que vienen de Unió Democràtica de Catalunya, el partido de Duran i Lleida coaligado durante muchos años con Convergencia en CiU, que rompió con Artur Mas cuando este optó declaradamente por la independencia. En este sentido es significativo que el número tres de la lista del PSC por Barcelona sea Ramón Espadaler, que fue conseller de Interior de Artur Mas hasta la ruptura de la coalición.

Otro dato significativo es la presencia en la conferencia, dando una clara muestra de apoyo, de Joan Manuel Serrat, que ha vendido muchos más discos que el independentista Lluís Llach, y de políticos tan diferentes (incluso antagónicos) como Duran i Lleida, de claro perfil centrista, o Nicolás Sartorius, antiguo dirigente del PCE y de Comisiones Obreras.

¿Pueden Cs o el PSC dar la sorpresa y poder como mínimo condicionar al independentismo? Hoy es todavía muy pronto para decirlo pero lo que sí es cierto es que en Cataluña se percibe que el viento puede estar empezando a cambiar de dirección. Y una política concertada de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez para continuar aplicando el 155 con la máxima prudencia, sin que sea percibido en Cataluña como un ataque a su identidad, podría ser relevante.