Seguro que suena familiar lo de «Aprenda inglés sin esfuerzo», «Encuentre trabajo sin esfuerzo», o, mejor aún: «Adelgace y hágase rico sin esfuerzo». Se trata de una invitación a dejarnos alcanzar por la felicidad sin más esfuerzo que el que realizamos al soplar las velas en un cumpleaños pidiendo un deseo.

Sin embargo, cuando miro a triunfadores, el esfuerzo es un rasgo común en sus carreras. Pienso en gente como la olímpica Mireia Belmonte, Lionel Messi, la superestrella Shakira, el premio Ondas Matías Prats o Amancio Ortega, ese hombre observador que soñó con vestir al mundo.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Nos tumbamos en el sofá o nos remangamos para trabajar duro?

La etimología indica que 'esfuerzo' tiene que ver con 'fuerza'. Y la RAE nos remite a la idea de que para conseguir algo valioso hay que emplearse a fondo, vencer dificultades. Esta perspectiva está más cercana de quienes de hecho han triunfado que de los vendedores de ventura sin esfuerzo y parto sin dolor.

No necesitamos recurrir a la erudición para darnos cuenta de que el empeño nos hace fuertes. Cuando realizamos esfuerzo muscular o intelectual, el resultado es el cansancio, pero también el vigor, la mayor fortaleza.

El esfuerzo cansa y fortalece. Pero con un cansancio que eleva el tono vital y nos anima a seguir trabajando, haciendo deporte o aprendiendo. Muy lejos, por tanto, de la cansera cantada por Vicente Medina, cansera que es trasunto de falta de ilusión, desaliento que invita a dejarse (como piden los del 'Inglés sin esfuerzo') pero por la certeza de que nada mejorará. Para eso, «¿pá qué quies que vaya?».

Nadie se empeña en una actividad en la que sólo obtiene cansera y desánimo. El esfuerzo sin orientación, sin objetivo, no tiene ningún sentido. Es puro masoquismo.

La experiencia muestra que quien se esfuerza para conseguir un objetivo (no para cansarse sino para conseguir algo), mejora. Vuelve una y otra vez al tajo. No entiende la pregunta del poeta: «¿pá qué quies que vaya?». Porque esa vuelta a la faena produce alegría, autoconfianza diríamos hoy.

Es tan obvio que los genios también se esfuerzan que a veces tenemos una idea del ingenio muy parecida al milagro. No obstante, personas altamente creativas afirman que han recibido la visita de las musas sólo tras un largo esfuerzo. Sostiene Picasso aquello de que «cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». Algo así podría decirse de la brillante solución del 'nudo gordiano'.

Como es sabido, cuando el campesino Gordias fue elegido rey de Frigia, ofrendó su carro al templo de Zeus dejando atados su lanza y el yugo con un nudo con los cabos hacia dentro. Se decía que quien fuese capaz de desatarlo conquistaría Asia. Cuando Alejandro Magno se enfrentó al problema cortó el nudo con la espada con la idea de que «tanto monta cortar como desatar». Y, sí, de ahí tomó su lema Fernando el Católico, rey de Castilla, Aragón, Nápoles y Sicilia (aunque a saber cómo queda la historia en su traducción al catalán).

Pero Alejandro corta el nudo, resuelve el problema, no porque esa mañana le visitaran las musas sino porque llegaba ya una enorme historia de esfuerzo detrás desde que fue elegido rey de Macedonia a los 20 años. Había expandido su imperio gracias a su esfuerzo, su inteligencia, su capacidad de dirigir hombres. Y, tras el tajo al nudo no esperó en el diván a que el imperio persa se desintegrase sino que fue librando batalla tras batalla, superando a sus rivales no en número sino en estrategia. Nuevamente, el hábito de Alejandro de poner toda sus capacidades al servicio de un objetivo es lo que le hace encontrar de un modo rápido y eficaz la solución ante las dificultades, sea ante un nudo que se resiste a ser desatado, sea ante el ataque por sorpresa, en la batalla de Gaugamela, en la que el rey Darío con mayor número de tropas arremetió contra la retaguardia de Alejandro.

La cuestión, a mi juicio, es tener un objetivo. Puede ser conquistar el mundo o darse una vuelta por la propia casa para encontrar algún quehacer. Y entonces volcar el entusiasmo, el esfuerzo en lograr esa meta. Ese esfuerzo nos hace fuertes y nos hace disfrutar con la conquista.

El maestro de Alejandro, Aristóteles, sostenía que se hace la guerra para conseguir la paz y que se trabaja para disponer de tiempo libre, para celebrar y disfrutar. Quizá sea esa la clave. Tenemos la experiencia de que se disfruta mejor del descanso y la fiesta cuando nos hemos esforzado, cuando hemos salido fortalecidos y vencedores.